jueves, 16 de septiembre de 2010

Tejos

Si yo no fuera tan tímido y tú no fueras tan esquiva, podríamos haber tenido una historia.
¿Tú crees?
Estoy completamente seguro, es algo que se sabe, una certeza extraña que me brota desde el corazón cada vez que te veo. Tú y yo somos como dos piezas de un puzzle que encajan a la perfección, pero que nunca llegará a juntarse. Un puzzle potencial, por así decirlo.
¡…!
Sí, yo voy un poco más allá de Platón y sus seres primitivos, agregados de todas las combinaciones de género, que fueron lastimosamente separados por los dioses y desde entonces condenados para siempre a buscar su otra mitad. Yo más bien creo que cada uno, afectivamente, somos como una pieza de un puzzle maestro, en el cual según qué pieza combines con cual obtendrás una imagen diferente; ahora bien, no todas las piezas combinan con todas las demás y ahí está el intríngulis del juego, encontrar piezas que encajen y deleitarse con el paisaje que muestran, luego deshacerlo, barajar y volver a montar un nuevo paisaje.
¿Entonces tú no crees en el amor eterno?
La única eternidad en la que creo es en la que hay en el centro de los agujeros negros donde el tiempo se detiene. Pero siempre puede ocurrir que al Gran Jugador le agrade tanto un paisaje que se resista a deshacerlo.
¿El Gran Jugador?
El Gran Jugador somos todos en conjunto, no pienses en señores barbados y aburridos de estar solos. El Gran Jugador somos todos en conjunto, la Humanidad como masa que razona y se comporta con parámetros distintos, y a veces contradictorios, con los que usamos cada uno individualmente.
¿Y qué razones tiene La Humanidad para no habernos juntado hasta ahora?
La Humanidad no usa razones, se mueve por azar y por afinidad. Su comportamiento es azaroso pero condicionado en el sentido de que una acción atrae acciones afines, lo que hace que se forme un complejo de acciones que es lo que permite la persistencia de sus efectos. Sin embargo cuando realiza dos acciones contrarias, sus efectos se anulan mutuamente y aquí no ha pasado nada. Lo mismo ocurre en el cosmos.
¿Ah, sí?
Sí. A nivel microscópico, por decirlo de alguna manera, porque es muy mucho por debajo de eso, ocurre un frenesí de actividad constante, solo que contradictoria por lo cual los efectos se anulan entre sí y ahí está el vacío.
¿De verdad?
En cambio una vez ocurrió que dos, tres cuatro acciones se sumaron y se creo un complejo que ya no pudo ser destruido y fue creciendo y creciendo hasta que por fin estalló el BigBang, el origen del universo.
¿Y todo esto empezó porque me estabas tirando los tejos?
¿Qué tejos?

3 comentarios:

  1. Me parece una buena manera de ligar. Me imagino al protagonista, acodado en la barra de algún bar, esbozando sus teorías filosóficas. Por cierto, hablando de teorías, lo que dice el personaje se parece bastante a la filosofía de algunos presocráticos. Concretamente, la escuela de Mileto, Anaxímenes, Anaximandro; y también los atomistas, Leucipo y Demócrito.
    Que no se diga que la filosofía no sirve para nada, aunque el protagonista del relato pretenda sentar cátedra, no llevársela a la cama.
    Para bien o para mal, tienes una vena de filósofo que no puedes ocultar.

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  2. Vaya. El autor se desilusiona. De verdad que creía ser original con su teoría del azar y la afinidad

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  3. No quiero dejar de comentar este texto, del que realmente no se me ocurre nada que comentar, y no porque no merezca un comentario, sino porque me encuentro en un estado de ánimo que me paraliza esa recóndita parte del cerebro que milagrosamente es capaz de hilar palabras hasta componer oraciones, las cuales a su vez, constituyen párrafos.

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