jueves, 16 de septiembre de 2010

Basura Tecnológica

Sufro de un síndrome de aprensión a la tecnología. En particular a la tecnología electrónica. No es que tema u odie a los aparatos electrónicos. Lo que me disuade de adquirirlos y usarlos es que se rompan, que dejen de funcionar. En estos días, que un aparato eléctrico deje de funcionar es su muerte. Quiero decir que no hay reparación posible. Y, aunque la hubiera, en muchos casos es preferible comprar uno nuevo que pagar el coste de la reparación. Ahora bien, la mayor parte de los componentes del aparato puede estar en perfecto estado, multitud de motorcitos, leds, relés, transformadores de corriente, condensadores, ventiladores. Pero el aparato en conjunto ha dejado de ser útil bien por malfuncionamiento, bien por obsolescencia. Y todos esos componentes van a la basura. No se aprovecharán a pesar de que están en perfecta operatividad. En países más pobres sacarían un mil por cien de beneficio de ese aparato que yo tiro gratis a la basura. No piensen que me duele económicamente, que me molesta no obtener un beneficio o una compensación. Lo que me molesta es tirar como basura algo que todavía no lo es, que aún tiene utilidad. Esta es la sociedad que somos, una sociedad generadora de basura. Pero basura útil que no vamos a utilizar porque sí, porque es más importante para el buen funcionamiento social comprar nuevas cosas que tirar que agotar las posibilidades de las que ya tenemos. Y todo ello por un matiz económico, nos resulta más barato deshacernos de algo y comprarlo nuevo que reparar. Y es que de hecho tiramos aparatos que ni siquiera se han estropeado, un ejemplo escandaloso son los móviles a propósito de los cuales hay campañas monstruosas que te instan a cambiarlos casi cada año. Otro son los ordenadores o las impresoras que cada vez más se ven en los contenedores completamente operativas (con sus motorcitos paso a paso, sus leds, sus resistencias, sus controladores). A mí todo eso me asusta y huyo – en la corta medida en que se me está permitido – de los aparatos eléctricos, lo que quiere decir que me pienso mucho el comprarlos, no por reparos económicos sino por pensar que estoy adquiriendo algo que cada vez más pronto voy a tener que tirar. Ni que decir tiene que me escandalizan las campañas de regalos de los periódicos, los “restaurantes de comida étnica”(McDonald etc), los bancos. Sistemáticamente rechazo esos regalos que son absolutamente inútiles, que sólo cumplen una función efímera (recibir algo, cualquier cosa, con tal de que sea gratis).
En fin, que se me ha estropeado el microondas.

4 comentarios:

  1. Yo intenté reparar un microondas. Quité la carcasa y estuve manipulando los componentes según las instrucciones de un foro que encontré en internet. Recibí una descarga que me dejó un dedo rojo como un pimiento una semana. Parecía un cilindro inofensivo pero era un condensador asesino. Desde entonces he sustituido la leche condensada por la leche evaporada, pero sigo teniendo una enorme curiosidad por el interior de todas las máquinas y desde que alguna deja de funcionar tengo una excusa perfecta para investigar su interior.

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  2. Te presto gustoso mi microondas difunto.

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  3. Buenos Días

    Usted D. Riforfo, al igual que yo, es hijo de su generación; y en nuestra generación hay una buena porción de personas que no le encuentran demasiado sentido al consumir por consumir, que todavía recordamos cuando eramos más pobres, y las cosas se tiraban sólo cuando eran totalmente inservibles. Somos de la generación de los zurcidos en calcetines y mangas, de la ropa de uso mancomunado entre hermanos, de las cintas de cassette regrabadas y de la reutilización por falta de recursos.

    No se sienta apesadumbrado por su sentimiento, sientase orgulloso, usted está más cerca de ser persona y más lejos de ser sólo consumidor.

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  4. Estoy completamente de acuerdo contigo. Al comprar algún aparato electrónico nuevo pienso que será el próximo que acabará en la basura.
    Además, me da pena tirar aparatos que todavía pueden tener vida útil. Recientemente he tenido que cambiar de ordenadores. Lo digo en plural porque, al final, he tenido que renovar dos al mismo tiempo. Uno de ellos estaba en perfecto estado, pero supuestamente "obsoleto", según las directrices de los avances tecnológicos y las leyes del mercado: resultó que el procesador estaba más pasado que Sarita Montiel.
    Me ha costado encontrar alguien que quisiera aprovecharlo. ¡Y cuando lo compré, hace seis años, era lo mejor que había!
    Ya hoy no se puede comprar nada con perspectiva de futuro.
    Los Windows XP, a pesar de que tiodo el mundo habla maravillas de ellos, ya forman parte de la prehistoria.

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