martes, 24 de agosto de 2010

La vida cotidiana

Hablar de nada. De la vida cotidiana. Sin aventuras. Sin impacto emocional. Lo de siempre. Hoy me levanté un poco tarde para lo que tengo por habitual. Saqué al perro y conversé con la vecina que acaba de venir de Salamanca y su perro tiene siempre la lengua fuera. Volví a casa y le puse de comer al perro. Luego hice el café. Mientras el café sale, continúo leyendo el libro: Una fábula, de William Faulkner. Como el libro me resulta difícil escribo un resumen después de terminar cada capítulo. Luego me quedo remoloneando en el ordenador visitando páginas y mirando a ver si alguien me ha hecho algún comentario en el blog. Después saco una kit de construcción que estoy completando y le añado un par de filas de bloques a mi casita. Ya me voy aproximando al techo, tengo que ir dejándole las inclinaciones adecuadas para el tejado. Más tarde leo otro poco, tal vez una hora y si me canso me meto a jugar en el ordenador, una aventura gráfica de la serie Myst que tengo bloqueada desde hace ya algún tiempo. Así llega el medio día. Si no hay nada en el congelador me pongo a cocinar alguna cosa. Incluso cojo el carrito de la compra y me voy al mercado. Después de comer me pego una siesta.
Así es la vida.

2 comentarios:

  1. Noto cierto desagrado de esa laxitud. A veces he notado que te desagrada la ausencia de laxitud. El ser humano es inconformista, yo el primero, que soy de la queja. Pero de tu texto se deduce que tienes qué comer (cogelados) o medios para comprarlo (mercado), que tienes un nivel bueno de salud (al menos puedes caminar según se deduce de tus paseos y duermes bien) y quien te ame (tu perro). No creo que te falte nada.

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  2. No hay desagrado en absoluto. ¡Qué misterio el de las letras, pese a que dice lo que dice cada uno lee lo que quiere!

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