miércoles, 14 de abril de 2010

Los ojos negros

Cada vez que paso por delante de ella descubro, alarmado, que no me reflejo en sus ojos. Unos ojos negros, enormes y limpios como el cristal. Voy corriendo, entonces, al baño, a mirarme en el espejo, a ver si aún estoy allí. Y sí, allí estoy. Pero al volver donde ella está, me fijo más detenidamente y no aparezco reflejado en sus ojos. ¡Qué angustia no aparecer reflejado en sus ojos! ¡Qué carencia de ser que siento! ¿Qué le pasa a mi imagen que soslayan esos negros cristales? ¿Soy sólo yo su punto ciego o le ocurre a más gente? Temo bajar por la escalera y que ella esté mirando hacia afuera. Temo esa mágica transformación de mí que me hace invisible a sus ojos para luego reaparecer más adelante. Siento que soy un yo incompleto si no me reflejo en sus ojos. Es una parte del mundo en la que nunca podré estar, porque allí no soy. Mi Zona Prohibida. Mi Zona Imposible.
Me deshago a pedazos pensando en todos los ojos en los que no me reflejo. Porque habrá más, no me hago ilusiones. Millones de ojos negros y pardos, azules maravillosos en los que nunca se bañará mi imagen.

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