Son pedazos de tu corazón que tú envuelves en papel de plata para ofrecerlos a las chicas del paseo los jueves por la tarde. Ellas los recogen indiferentes y los van comiendo pellizquito a pellizquito mientras hablan de sus cosas y sonríen a los niños que pasan mirándoles sus cortas falditas.
Luego se limpian sus manitas ensangrentadas en blancas servilletas que roban de los bares y se sientan a soñar frente a los escaparates. Cruzan sus piernecitas mostrándoles sus estrechos muslos a los chicos ansiosos que las miran, y se van a casa sacudiéndose las faldas, que revolotean sobre su lívida piel, como los ojos de los muchachos tristes que las ven marchar
¡Este texto es una maravilla! Lo dije en su día y lo repito, y lo repetiré simpre que lo vea escrito por ahí.
ResponderEliminarDeberíamos dejar de hacernos la pelota mutuamente. La gente va a acabar dándose cuenta y nuestros elogiosos comentarios terminarán por carecer de credibilidad.
ResponderEliminar¿la gente?¿qué gente, si a nosotros no nos leemos más que nosotros?
Te agradezco entusiásticamente esos muy merecido comentarios elogiosos.
te equivocas capitán, te lee mucha gente, la que más te lee es la que menos comenta.
ResponderEliminarTe leo, te beso.