Me aclimato. Me acliasesino.
Me anulo climáticamente.
Desaparezco en la bruma de polvo,
en la luminosidad del día.
Me multiplico dispersándome
en la multitud de gotitas
de un esporádico día de lluvia.
Dejo de ser en suma,
me resto de mí dando un resultado nulo.
Reniego del ser sumergiéndome
en las isobaras, aprisionado
entre las láminas de presión atmosférica.
Fluyo en el viento noroeste fuerza cuatro
y retorno desparramado en el viento del este
charlando amigablemente con la polvajera.
Todas mis sombras me buscan
desesperadas por componer de nuevo la figura
añorada que fueron
y volverme a mí, sin ánimo altruista,
que su ser le va en ello.
Me gritan desde el suelo
con sus vocecitas negras apagadas
que vuelva a pisar la tierra
a fijarles un punto donde asirse
me engañan con cantos sobre otras sombras
que se aburren sin mi sombra,
y vuelvo, más por pena que por gusto,
de que me mientan por desesperación,
a concretar la carne que me cubre.
Pero algo de mí se ha quedado en el viento,
y mi retorno es un retorno ausente
como el de Lázaro cuando volvió de la muerte.
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