A propósito de la visita del papa a Africa, vuelve a surgirme la perplejidad que me provoca el rechazo de la iglesa a las prácticas sexuales. No comprendo en absoluto las razones que pueda tener nadie para reprobar una práctica que se realiza en la intimidad y que cuando se está realizando implica una comunicación no ofensiva entre dos personas. Más me escandaliza, por supuesto, el rechazo a la sagrada práctica de la masturbación en la cual uno actúa consigo mismo sin afectar a nadie, sin repercusiones más allá del lugar que uno ocupa. Es que no puedo explicármelo. (Bueno, alguna vez he intentado darme una explicación histórica)
Esta irracional represión es la que provoca el absurdo de tener que rechazar el preservativo como instrumento de prevención del sida. Desde este punto de vista es perfectamente lógico. Si rechazas la práctica no puedes recomendar que se realice de una u otra manera. (Aunque ya es excederse ir por ahí diciendo que lejos de prevenirlo, el uso del preservativo propicia el contagio)
Argumentaciones que he escuchado aluden a la moral y a la ofensa a Dios. Pero no creo que una moral natural, no cristiana o sometida a otras absurdas creencias, tuviera nada que reprochar a que una o más personas sean físicamente felices en una habitación o un lugar convenientemente apartado (más que nada para no empujar o incomodar a otros con el trajín). En cuanto a la ofensa de Dios, se me hace un Dios completamente ridículo ese que se ofende por algo intrínsecamente bueno.
Por otra parte he tenido ocasión de leer muchas veces los evangelios, y en ellos predomina algo que la iglesia a veces pierde como referencia, el amor por el semejante. Si algo se predica en los evangelios es la aproximación al otro, la compasión y el amor por el otro, con independencia de su condición: mujer, leproso, soldado romano. A cualquiera se le da ayuda de cualquier tipo. Con todos debemos estar en paz. A la luz de los evangelios no creo que las prácticas sexuales hubieran sido censuradas por el personaje Jesucristo que se dibuja allí. Sencillamente porque en esos escritos solo se censura la hipocresía, la falta de amor, la discriminación, la avaricia (y también la falta de compromiso, la pusilanimidad)
Una argumentación que acepto, en cambio, y que la Iglesia utiliza muy poco, es la práctica de la abstinencia como un esfuerzo personal de superación. Allá cada cual la manera que elige para superarse o reforzar su confianza en sí o lo que quiera que signifique eso de la autosuperación. Otros intentamos fumar poco y pensamos siempre en comer un poquito menos de lo que lo hacemos. Cada uno sabe sus debilidades y dónde tiene que luchar para superarlas.
Pues eso, que allá fue el Papa a reprobar a los millones de africanos con sida que hayan intentado pasar un buen rato con un semejante (aunque una gran parte de las mujeres – y probablemente tambien los hombres - que tienen sida se contagiaron a causa de una violación) y que si se hubiesen limitado a mirarse tiernamente y a rezar no habrían sido castigados.
amén...
ResponderEliminarDos besos capitan
Quizá esté por escribir un estudio de la Iglesia desde la perspectiva psicológica. En concreto de la Católica Apostólica y Romana. La aversión al sexo, ese símbolo terrorífico del crucificado que la costumbre nos impide ver en todo su espanto, el apego al poder y la riqueza en sus altas esferas...al tiempo que defienden postulados alejados de las necesidades básicas de los ciudadanos de a pie. Y muy interesante sería estudiar lo que a hecho la Iglesia con los Evangelios y por qué.
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