¿Has hecho alguna vez una bechamel o una crema pastelera? Ambas tienen el mismo procedimiento: un poco de mantequilla, un poco de harina, leche y a revolver. Hay que revolver exactamente durante veinte minutos, ni uno menos, despacio y a un fuego muy lento. Lo que me llama la atención es que hasta que no han transcurrido los veinte minutos no se obra el milagro. Quiero decir que todo el tiempo que estás revolviendo, aquello no parece que se esté adensando. Después de diez minutos ya te darías por vencido, no va a cuajar, te habrás pasado en leche o habrás echado poca harina. Pero no, hay que seguir revolviendo. Cuando va a cumplirse casi el minuto veinte, empiezas a notar resistencia y al instante ahí está, el espesor adecuado, la suavidad correcta (a veces algún grumo inoportuno). Parece increible, milagroso ya digo. Y un ejemplo de que el tiempo es una componente más de la vida, no un estorbo que no queda más remedio que superar, sino una componente más con la que hay que aprender a convivir.
á…íñ…
ResponderEliminar?????
ResponderEliminarUmmm… no sé si por el hecho de ser mujer (espero que no) me ha tocado hacer muchas ¿bechameles? y cremas pasteleras…por eso, hace mucho que descubrí, que el tiempo es uno de los principales ingredientes, imprescindible diría yo.
ResponderEliminarDos besos capitan