Me entraron ganas de comerme una chocolatina. Bajé a la máquina. Metí la moneda y elegí una. Entonces se abrió la puerta y salió una muchacha preciosa. Se humedeció los labios con la lengua, se pasó una barrita de chocolate por ellos y luego me dió un beso largo. Después volvió a meterse en la máquina antes de que pudiera reaccionar.
A toda prisa busqué otra moneda, pero ya no me quedaban. Me volví al despacho relamiéndome.
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