De vez en cuando me escapo y me paseo por la biblioteca. Voy sin rumbo fijo de estantería en estantería. Saco un libro, lo hojeo y lo vuelvo a poner. Saco otro y me siento en el suelo a leer unos párrafos. Si me encuentro alguno mal colocado lo vuelvo a su lugar ¿Qué hace Pirandelo en Literatura Inglesa? Esquivel en medio de Escalante, ¡no puede ser!. Cuanto más rato paso más melancólico me pongo. Los ojos se me embotan. Tantos nombres conocidos, tantos nombres desconocidos. Por aquí estaba La historia de los heterodoxos españoles. Cojo un volumen y lo acaricio. Está nuevito, nadie lo ha leído nunca. Encuentro los viajes de Ali Bey al que he descubierto recientemente en el libro de Perucho. Y aquí hay más de Perucho. ¡Hostia!, ¡En busca del tiempo perdido en francés! ¿Estará Rimbaud?, no, no anda por aquí. Aquí está Espinosa, Agustín, con su Crimen, pero no veo por ningún lado a Miguel Espinosa, ¿no lo tendrán?, les voy a donar el mío. Voy de acá para allá como un sonámbulo, de la literatura italiana a la francesa, de la inglesa a la sección de historia y de allí a la de teatro español ¿donde están las obras de don Pedro Muñoz Seca? Al final en la de lingüística doy un gritito porque hallo un manual de ruso. Por fin tengo que marcharme. Me entra frío y un poquito de ganas de llorar. Al final no me llevo ninguno. Se quedan todos allí mirándome desconsolados como huérfanos ansiosos de ser adoptados.
viernes, 30 de noviembre de 2007
De bibliotecas
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