miércoles, 19 de marzo de 2025

Día del padre

 Hoy es el día del padre.

Cuando venía en el coche escuchando Radio Clásica, porque últimamente no soporto ni cinco minutos de realidad contante y sonante, he escuchado un poema de Tino Barriuso, un poeta al que no conocía, y que se ha muerto ya, que era de Burgos y a mucha honra. Allí era muy conocido. 

El poema me gustó, estaba muy bien recitado e iba acompañado por una guitarra. Se llamaba, lo averigüé después 'Qué pájaro de lluvia'. Se supone que el narrador está recordando a su padre, muchos años después de muerto. Me gustó eso de recordar al padre, de lamentar no haber hablado, como lo haría ahora, de sus cosas, de penas y alegrías, si pudiera. Este padre tendría algún misterio, “quién te dejó en herencia esa derrota que tanto te embellece”, “viejo de alas partidas”. Qué pájaro de lluvia es una frase que repite, refiriéndose al padre, y que no termino de comprender, pero que es de esas frases que tienen resonancia y que parecen tener un significado concreto, pero en otra dimensión.

Yo iba a ver a mi padre y nos estábamos horas enteras sin decir nada. Una frase de saludo -otra de despedida- una pregunta acerca de cómo anda la familia, poco más. Tampoco estábamos, creo yo, incómodos. Yo miraba la tele. El fumaba y rellenaba un crucigrama. Y bebía su wiskito de por la tarde. Que le gustaba tomarse con moderación, pero infaltable. Sé que le agradaba que viniera porque cuando no aparecía, por cualquier circunstancia, a la hora fijada, me lo reprochaba después. Yo soy persona de hábitos. Y con el tiempo me ato a esos hábitos. Alguna vez también he echado de menos esas tardes de nada más que estar ahí, en compañía mutua. Después, cuando ya encamado, ya inconsciente, también me sentaba a su lado, ratos largos. A veces leía en voz alta. La Divina Comedia. Muy adecuado pensaría él sarcásticamente. Alguna vez me atreví a cogerle la mano. Todavía me da mucho pudor decirlo ahora. 

Yo no sé si, como termina el poema, “de haber elegido, también serías tú”. No podría decir cómo podría haberlo hecho mejor. Él alguna vez se lamentó de esa incómoda situación de ser padre. No creo que se acostumbrase nunca. Yo, a estas alturas, miro a mi hija y le comprendo bien. 


martes, 18 de marzo de 2025

Actos Humanos, Han Kang

Hace unas semanas terminé el libro de Han Kang, premio Nóbel 2024, Actos Humanos.  Trata sobre la violenta represión  ejercida por el ejército contra la población de una ciudad al sur de Corea que tuvo la osadía de protestar contra el gobierno, una dictadura, en ese entonces. La orden, al parecer, era no tener ninguna piedad, es decir, disparar directamente a los manifestantes. Y a juzgar por lo que relata el libro – y alguna información extra que me he procurado – lo hicieron a conciencia. Se habla de miles de muertos, que el gobierno dividió por cien. También se habla en el libro del escamoteamiento de cadáveres por parte del ejército. Esta información es menos fiable, porque quien la relata es un fantasma que describe cómo son transportados a zonas no habitadas, acumulados y quemados a conciencia hasta hacerlos desaparecer. La crudeza del libro es bastante bruta, uno siente la necesidad de parar de leer de vez en cuando para aliviar toda la tensión que se va acumulando  y para para que todas esas imágenes no se le metan en la cabeza por la noche. 

No hay sentimentalismo. Hay una objetividad narrativa exasperante, a veces, por parte de los personajes narradores, que uno tiene que atribuir al carisma oriental. No solo te habla del periodo preciso de la rebelión sino de la época posterior donde los que sufrieron todo aquel horror arrastran una vida hundida en el recuerdo y la enorme culpa de haber sobrevivido a tantos y tantos que vieron morir. 

La novela está estructurada en torno a un grupo muy concreto de personas, en realidad, aunque está narrada de una manera que despista, y que parecen escenas y personajes aislados para darnos una idea de conjunto. Con esto de los nombres orientales es fácil que uno: yo,  más en concreto, me despiste. Fue hacia el medio del libro en que empecé a darme cuenta de que aquella muchacha era la hermana de aquel chico que aquel otro chico buscaba entre los cadáveres. Que aquella madre era la madre de aquel chico que buscaba entre los cadáveres y que la chica y el chico buscado eran inquilinos de la familia. Los dos chicos murieron en el momento. La chica sobrevivió pero después de sufrir terribles torturas. La madre casi se había vuelto loca por la pérdida de su hijo, etc. 

Más tarde vi una película, El taxista. Que trataba del tema. Un periodista alemán se colaba en el país para documentar directamente los sucesos a pesar de que el gobierno había implantado un toque de queda, e impedía a los medios informativos acceder al lugar. Lo llevaba un taxista de Seúl que como todos lo que no vivían en aquella zona, desconocía completamente lo que estaba sucediendo allí. Tal era el apagón informativo. Apenas se hablaba de manifestantes comunistas organizando algaradas. Para él era inconcebible que el ejército, que los defendía valerosamente de las amenazas de los terribles monstruos del norte, pudieran disparar contra su propia gente desarmada. Precisamente la excusa infaltable para tal operación de purga era que todos esos revolucionarios eran comunistas que pretendían abrirles las puertas a esos terribles norcoreanos.

Pocos después de estos hechos cayó la última dictadura de Corea. Esto ocurrió a finales de los años ochenta, concretamente 1986, en Gwangju. Corea había encadenado una dictadura tras otra desde el final de la guerra en los años cincuenta. Siempre dictaduras amigas del Mundo Libre, por supuesto.