Spengler, en su Decadencia de Occidente, considera que las sociedades son como organismos independientes que pasan por una serie de etapas vitales que van desde el nacimiento hasta el ocaso. Y estos organismos se van sucediendo unos a otros sin una vinculación de causa efecto. Todo lo más un organismo siguiente utiliza recursos de un organismo predecesor pero adaptándolos a su manera de concebir la existencia, a su propia idea del concepto de existir, que cambia de un organismo a otro.
Por ejemplo: nosotros pertenecemos a lo que el llama una civilización fáustica. Una civilización es ya la etapa final de uno de esos organismos. La civilización es la decadencia, porque es una etapa en la que ya no surgen ideas novedosas que determinen el rumbo que seguirá ese grupo social. La civilización duerme en sus laureles y disfruta de su comodidad y sus beneficios y de su tecnología y se declara el fin de la historia, y poco a poco se va extinguiendo por falta de movilidad. El término Fáustico se lo debe a Goethe y su Fausto, porque de Goethe extrae la idea inicial de su Morfología de la Historia, que es como Oswald llama a su sistema, siguiendo las ideas del propio Goethe aplicadas a la naturaleza.
Spengler percibe un perfil de comportamientos de los diferentes organismos históricos, todos siguiendo un mismo patrón, de manera que es posible emparejarlos y señalar exactamente sus puntos en común. Es decir, él habla de la época románica, gótica, barroca, rococó, etc., pero aplicadas a los griegos, a los chinos, a los indios, a los mayas. Todos los grupos sociales atraviesan por las mismas etapas aproximadamente, pero cada uno tiene su propia idea central, su propio sino, no sé si está bien aplicado este término aquí, don Oswald me perdone. Por ejemplo: para nosotros, los occidentales, ese sino está marcado por la infinitud, por lo mental, por lo abstracto, para nosotros la materia es un caso, una encarnación de la idea, para nosotros el universo es primero una idea una construcción mental que se ve corroborada por nuestra experiencia de la naturaleza. Pero para los apolíneos, su sino era lo corporal, para ellos la abstracción era algo difícil de concebir, y para nosotros difícil de concebir cómo ellos concebían el mundo, cómo concebían, por ejemplo a sus dioses. Sus ciudades estaban contenidas y bien diferenciadas de el campo sus esculturas eran lo que pretendían representar en esa forma, un concepto físico, etc.
Nuestra civilización occidental no es una consecuencia de la civilización griega pasando por la romana, sino un organismo diferente con sus propias peculiaridades y enteramente paralelo a aquel. Por cierto, la civilización romana fue, según él, la decadencia del organismo apolíneo, que es como designa al organismo griego-romano, siendo la época griega, aquella de Pericles, etc., el culmen de esa civilización. Desde el momento en que una civilización empieza a expandirse, a sentir necesidad de novedad, a dejar de crecer desde su propia creatividad y buscar el crecimiento en el exterior, a esto lo llama Spengler la etapa de la Cultura, pues cuando una sociedad abandona esta etapa, que es cuando empieza la fase de imperialismo, y allá tenemos a los macedonios conquistando el mundo y aquí a los ingleses y europeos en general, ahí empieza la etapa de civilización y por lo tanto de decadencia.
Naturalmente la etapa de decadencia es la que conocemos ahora en occidente. A los bárbaros asolando las fronteras, penetrando por ellas y conviviendo con nosotros. Queriendo asimilarse a nuestros usos y costumbres pero incapaces de dejar atrás de todo lo suyos propios que aportan una nueva forma de concebir las cosas, el mundo, el modo de vivir, la existencia en suma. Estos bárbaros abarrotando nuestras fronteras, entrando por ellas legal o ilegalmente, sustituyéndonos en las labores bajas que nosotros ya no queremos realizar porque para eso somos los señores del imperio, sufriendo nuestro rechazo porque cada vez percibimos más su presencia y notamos la presión sobre nuestras tradicionales comodidades, esos bárbaros son la etapa previa de un nuevo organismo social que terminará por asimilarnos a nosotros y crecer hasta alcanzar el estadio superior de cultura.
No hay manera de evitar esto. Todo lo más podemos, si encontramos un Hari Seldom (personaje de Asimov), que, en cierto modo aplica las ideas de Spengler en su matemática de la historia o psicohistoria, creo yo, podríamos acelerar el proceso de transición de modo que la nueva cultura-civilización nos alcance sin demasiado perjuicio, sin las largas etapas de oscuridad y caos que nosotros llamamos baja edad media, o que los chinos llamaron algo así como la etapa de los reinos combatientes, y entre los árabes fueron los reinos taifas, etc., etc., etc.
Es innegable el caos en el que andamos y mucho de ese caos se debe a la impunidad con que los que se consideran poseedores de la verdad, de la autenticidad y, sobre todo, del poder, actúan. Por un lado queriendo perpetuar su poder individual, de personas, de países, frente al desencanto general de la ciudadanía y aprovechando el miedo, también general, a lo que se percibe como cambio inminente, como un derrumbe, proceder desesperadamente, intentando aplastar la oleadas de bárbaros que arrecian sobre nuestras fronteras. Bárbaros que vienen, en primer lugar, deslumbrados por las luces con las que nosotros los hemos deslumbrado, llamándoles la atención, y por otro lado, por las consecuencias de nuestros actos en sus territorios que hemos despojado y arrasado a nuestra voluntad para satisfacer las cada vez más absurdas necesidades que nuestra condición decadente inventa a velocidades cada vez más aceleradas.
El cambio es inevitable oponerse a ello con manifestaciones anti inmigrantes como estamos viendo últimamente en Europa, por lo que me salen en los vídeos estos rápidos de facebook y youtube, no es más que hacer el gesto desesperado de pedir socorro, y hacer resistencia a lo que es irremediable: el cambio generacional entre organismos, los viejos mueren y los jóvenes impetuosos aportan sus nuevas ideas y nuevas formas. En lugar de encauzar toda esa energía y aprovecharla para acelerar los procesos de transformación sin demasiado sufrimiento, estamos dejando, por mantener nuestros privilegios, en la mayoría de nosotros tan inestables ya, pero aún claramente diferenciados, que la riada arrase con todo, como año tras año las riadas se comen la vertiente oriental de nuestro país una y otra vez a pesar de que sabemos con antelación que cada año se repiten, y se repiten en los mismos lugares y por las mismas razones. Esto es lo que está ocurriendo. Sabemos que nuestra casa está en medio del barranco, sabemos que la siguiente lluvia volverá a inundar nuestra casa, si no la derrumba, y lo que hacemos es salir a manifestarnos en contra de la lluvia.
No sé qué vendrá, en cualquier caso tardará un poco más que lo que a mí me queda, así que no lo veré. La decadencia de las civilizaciones no es cosa de un día, según Spengler la decadencia romana empezó antes de la era cristiana y Bizancio vino a caer en el siglo XV, aún queda tiempo de comer todavía, pero con la experiencia que tiene uno del ser humano no será peor que lo que ya hemos hecho nosotros y, echando la vista atrás, algo mejorarán, como hemos mejorado nosotros frente a los tiempos pasados, perdiendo, eso sí, algo en el camino, como nosotros hemos perdido tantas y tantas cosas que ya ni echamos de menos porque no sabemos ni lo que eran.
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