Estos días he estado leyendo El mundo del Rio, de Philip J. Farmer. Se trata de una tetralogía de ciencia ficción. Me ha dado por la ciencia ficción últimamente. Dado que las cosas de este mundo presente no parecen encaminarse hacia ninguna parte que no sea el caos, el espíritu me pide adelantarme a los acontecimientos, como cuando uno espera un mal día y la forma que tiene de sobrellevarlo es pensando que el día, pase lo que pase, acabará y llegará mañana. Inocente que es uno, a veces me funciona. Otras veces me da por lo contrario y me refugio en la Historia, siempre sin ánimo erudito, solamente por salirme de esta incertidumbre y permanecer en un lugar donde sepa cómo va a acabar todo, inmune a lo que suceda, como los ángeles de aquellas películas de Wim Wenders. Otras veces hago otras cosas.
El mundo del Rio es un mundo artificial, por lo menos eso se sospecha, que unos seres muy sofisticados, aunque en esencia, humanos, construyeron para albergar a la raza humana post mortem. Sí, en el mundo del Rio habitan todos los seres humanos nacidos y muertos desde el comienzo de los tiempos, al menos una buena parte de ellos. Se excluyen niños que murieron con menos de cinco años y personas que vivieron con alguna tara psicológica. Todos ellos han sido renacidos a una edad entre los veinticinco y treinta años, aunque hubieran muerto a una edad superior a esa, y sin defectos, aunque los hubieran tenido en el momento de su muerte. Han sido distribuidos a lo largo de las riveras, encerradas entre altísimas montañas inabordables, de un río aparentemente infinito que circunda meandro tras meandro, todo ese mundo. No hay prácticamente animales. Algunos peces. Nada de fauna seca. En cuanto a la naturaleza terrestre, apenas daría para alimentarlos. De eso se ocupan estos misteriosos creadores a través de unas piedras localizadas a todo lo largo del río en abundancia, y unos cubos o baldes cilíndricos que acompañan a cada renacido. Al colocar su cilindro en un agujero de esas piedras y producirse un misterioso rayo que viene del cielo y que impacta en la piedra, el cubo se ve mágicamente repleto de comida, bastante personalizada para cada individuo, aunque con elementos comunes. También se les aportan pequeños instrumentos como tijeras o encendedores, útiles para la supervivencia. Eso es todo. Y es de sobra para una supervivencia cómoda y relajada.
La distribución de la gente no es absolutamente aleatoria, aunque parte de aleatoriedad hay. En cada zona del río puede encontrarse un grupo mayoritario con características muy semejantes, digamos españoles desde el siglo de oro hasta el siglo veinte, después, en una menor proporción, digamos sesenta-treinta, una población más o menos homogénea pero de otro lugar o raza, sean chinos de la era imperial, y por último, una proporción muy baja y muy desordenada. Esta, sobre todo, está compuesta por aquellos que una vez renacidos mueren, por alguna razón violenta, y luego vuelven a renacer. Porque esto también sucede, no existe ya la muerte, o por lo menos la muerte no es permanente. La gente renacida puede morir, pero sucede que vuelven a renacer, solo que en otra parte aleatoria del río.
Y todo esto, ¿para qué?. Pues no se sabe. Hasta ahora, ya en el cuarto volumen de la tetralogía, lo que se ha dicho es que esos seres superhumanos que han creado todo esto, son inmortales, y probablemente se aburre en su inmortalidad, por lo cual inventaron todo este ingenio con el propósito de estudiar los comportamientos de la humanidad sometida a estas condiciones. Hay que decir que, de alguna manera, todos estos humanos que se creen renacidos tras su muerte, al principio como si hubieran llegado a un, esperado por unos e inesperado por otros, paraíso, en realidad son copias de sí mismos, gracias a alguna capacidad improbable de esos superhumanos, de grabar, como si de una película se tratara, todas y cada una de las vidas humanas y luego reproducirlas o recrearlas con una completa individualidad y conciencia de sí, donde se les antojase.
Y ya tenemos la localización y los actores. Y ahora empieza la novela.
Los personajes concretos escogidos para desenvolvernos por este mundo son individuos que en la tierra tuvieron fama por una razón cualquiera. De nuevo, los mindunguis no interesamos a nadie. La primera novela A vuestros cuerpos dispersos, está presidida por Sir Richar Burton, el célebre explorador inglés y primer traductor de Las Mil y una noches por mencionar solo una de sus muchas hazañas. Este hombre es, al parecer, el único que despierta muy poco antes de ser trasladado al nuevo mundo después de su recreación. Se ve en medio de un enjambre de huevos o bolsas amnióticas en las que flotan otros individuos. Es el único que consigue tener esta visión y por lo tanto es el único que no puede aceptar la primera hipótesis que todos se plantean al despertar en el nuevo mundo, que al final sí que había un más allá como decían las religiones de una y otra parte. Para todos, creyentes y no creyentes, la hipótesis parece la más factible, por más que para los creyentes, este más allá no se parezca en absoluto a lo que habían imaginado. Entre los no creyentes, los más racionales no se dejan impresionar y al instante comienzan a elaborar nuevas teorías.
Pues, volviendo a Burton, no solo recibe esa primera impresión de que todo esto tiene un tufo a artificial, también recibe la visita de un ser misterioso que le aclara que, en efecto, todo es una inmensa construcción; que ellos son títeres de un laboratorio descomunal; que quienes controlan todo esto son muy poderosos, pero que sin embargo no son invencibles y que dentro de ellos mismos hay disidencias. Como consecuencia recibe un propósito, alcanzar el punto de control, que debe haberlo, de este mundo y exigir explicaciones. Este punto de control estará en el polo norte de este planeta y hacia allá se dirigirán las tramas de cada una de las cuatro novelas.
A medida que procedemos se van introduciendo nuevos personajes, siempre, o casi siempre, personajes sobradamente conocidos de la historia de la humanidad, por una razón u otra. Por ejemplo, a Burton lo acompaña Alice Liddel, aquella a quien está dedicado el libro Alicia en el país de las maravillas. En la segunda novela, El fabuloso barco fluvial, el personaje central es Mark Twain. Y nos encontraremos con Cyrano de Bergerac, el rey Juan, llamado Juan sin tierra, el mismo Ulises de la Odisea o Herman Göring, el, entre otras cosas, criminal de guerra nazi.
La primera novela, ya mencionada, resuelve, para mi gusto, bastante bien, la situación de sorpresa inicial de la humanidad, los primeros caos organizativos, las violencias esperadas ante una situación de supervivencia, los más brutos intentando acaparar los bienes y dominar a los más débiles. Esto conduce a las primeras organizaciones sociales muy jerarquizadas y muy inconstantes por las frecuentes rebeliones. Ya en el segundo libro, también ya mencionados las organizaciones empiezan a estabilizarse. Aunque siguen habiendo jerarcas todopoderosos, hay estratificaciones, hay consejos, guerreros y esclavos. Y desde luego hay rivalidades entre organizaciones sociales. Incursiones que se realizan más por aburrimiento que por poseer lo que el otro tiene. En estos primeros casos la única pertenencia apetecible del otro son los esclavos. Una idea interesante es la de que cada cilindro de comida es personal e intransferible, es decir, solo el poseedor del cilindro puede abrirlo. Y los cilindros son la única fuente de sustento del planeta. La utilidad de los esclavos es menos por su trabajo que por disponer del contenido de sus cilindros que se renueva, poniéndolo en cada ocasión en la piedra y esperando el rayo, tres veces al día. La desobediencia se paga con la muerte, pero como hemos ya comentado, morir en este mundo conduce a renacer de nuevo en otra parte aleatoria de él. Mucha gente no está dispuesta a morir si donde vas a renacer vas a ser sometido a las mismas condiciones si no peores y se someten consintiendo en ceder lo que encuentran en sus cilindros a cambio de seguir viviendo.
No obstante las organizaciones sociales también usan a los esclavos para el trabajo. No hay instrumentos, estos deben construirse transformando la piedra y el bambú, de los cuales hay en gran abundancia. Toda la humanidad permanece en la edad de piedra hasta que en el segundo libro, y solo en algunas zonas, se empieza a tener acceso a nuevos materiales, como el hierro, etc. Entonces se entra en una nueva fase. Las organizaciones sociales empiezan a envidiar los recursos que otras tienen y de las que ellas carecen. Estos recursos les permiten elaborar armas más competentes y más sofisticadas para defenderse mejor y aumentar su poder. Es una nueva fase del desarrollo social en la que las, llamémoslas ya así, naciones, luchan unas con otras aliándose con unas terceras para luego traicionarse una vez conseguido el objetivo. Al mismo tiempo, los nuevos instrumentos construidos con los nuevos recursos obtenidos se van distribuyendo a lo largo del río y haciendo evolucionar a las zonas más alejadas. Se organizan comercio y comunicaciones. Y se terminan por estabilizar nuevamente las naciones.
También aparece una nueva religión. Una que aboga por la no violencia radical, que confía en que este mundo es una segunda oportunidad que se le da a la raza humana para superar sus debilidades y alcanzar un nivel superior de trascendencia o al menos dejar de ser tan brutos. Tienen hasta un líder carismático, un tal La Viro, que al parecer fue contactado por uno de esos seres superiores responsables de este mundo y que le hizo el encargo de organizar a la humanidad con este superior propósito.
Naturalmente todo esto es el trasfondo de las novelas. Su trama serían las circunstancias particulares de los personajes. En la primera, como ya dijimos, organizadas en torno a Richard Burton, que incitado por lo que sabe y por la visita de uno de esos superhombres que le ha asegurado que “está del lado de la humanidad”, entendiendo esto como que no está de acuerdo con lo que los suyos han hecho, es decir, para él está mal que se juegue con la humanidad como si fueran conejillos de indias, y Burton y algunos más están de acuerdo con este disgusto, o al menos quieren conocer las verdaderas intenciones de estos seres; pues con todo esto en mientes, su propósito es alcanzar el polo norte. Pero debe eludir a los otros superhombres que le persiguen por considerarlo peligroso para sus propósitos, pues, como dijimos, parece ser el único que tiene constancia de la artificialidad de este mundo, por más que otros muchos la sospechen. Estos otros superhombres están mezclados en medio de la humanidad corriente, indistinguibles de ella y su propósito será obstaculizar cualquier acceso a la torre, aunque algunos de ellos, disidentes, serán los incitadores.
En el segundo libro, para mí el más logrado, Mark Twain o Samuel Clemens, después de recibir también la visita de uno de estos misteriosos individuos, se empeña en construir un barco que le lleve al polo norte. Para ello dispondrá de hierro porque el misterioso ser consigue que un asteroide compuesto de minerales necesarios, impacte contra la tierra. (Más tarde, en otros lugares, estos minerales se encontrarán simplemente cavando la tierra, como si hubieran sido puestos allí para ser encontrados en el momento oportuno). Y esto hará evolucionar tecnológicamente a aquellas organizaciones sociales de manera drástica. Aquí se inicia la rivalidad entre Sam Clemens y el rey Juan que no se resolverá (y todavía no he acabado de leer cómo) hasta el cuarto volumen en un brutal encuentro entre ambos que implican barcos, aviones, y mucha muerte. Solo que para estas alturas de la narración, ya las resurrecciones han dejado de producirse, es decir, las muertes son definitivas.
El tercer y el cuarto tomos El oscuro designio, y El laberinto mágico, no están tan claramente diferenciados entre sí. En cuanto a trama son más dispersos que los dos anteriores, saltan de uno a otro personaje. O se enredan en largas descripciones biográficas, tanto de la vida del personaje en el mundo del Rio como de sus vidas en la Tierra. Siempre, eso sí, avanzando hacia el norte y siempre teniendo como centro esta rivalidad entre Clemens y Juan, que como digo, está a punto de resolverse hacia la mitad del cuarto volumen.
Me queda, sospecho, la llegada hasta la torre que hay allí donde nace el río, a juzgar por muchas narraciones que circulan por el mundo del Rio, todas con un carácter más bien mitológico, pero de las que hay testigos claros y precisos, como el propio compañero de armas de Samuel Clemen, Joe, un ser prehumano de dimensiones colosales, que tuvo ocasión de acompañar a una expedición de egipcios de la época dinástica hasta casi las mismas puertas de la supuesta torre. Pero esto, está por venir.
Conocí al autor Philip J. Farmer hace mucho tiempo, a partir de dos relatos suyos que me impresionaron, y que, por cierto, no he vuelto a releer. Uno se titulaba Los jinetes del salario púrpura, y trataba de un mundo en el que todo el mundo cobraba un salario suficiente para vivir, no era necesario el trabajo para la supervivencia, y la mayor parte de la actividad social era de tipo lúdico. Esto es lo que recuerdo, cualquiera sabe qué es lo que leí realmente. A mí lo que me impresionó, sospecho, es eso de no tener que trabajar, lo de cobrar un salario púrpura me resultaba muy estimulante. Por entonces todavía era estudiante y ya temía el mundo laboral. Luego no me fue mal, caí entre algodones. Del otro relato no recuerdo el título, pero sí recuerdo que él jugaba con los estilos de dos autores, en particular recuerdo que mezclaba, supongo que por sus nombres, a Edgar Rice Burroughs con William Burrouhs, creando una especie de tarzán yonki desarretado que me haría mucha gracia. Es de suponer que para entonces ya conocía la obra de ambos autores, si no no hubiera comprendido las referencias. Lo que me gustó de ambos relatos era que se sustraía a la formalidad del relato de ciencia ficción clásico, que el autor parecía jugar con sus propios intereses más que fabricar un producto para el consumo de los lectores. En este libro se nota esta característica también. Probablemente el hecho de utilizar a figuras históricas como los personajes de su narración se deba a su particular interés por las biografías y por la historia. En la presentación de cada uno de ellos, Burton, Twain, Juan, hay claramente una profusa documentación no meramente circunstancial para rellenar algunas líneas. En el tercer volumen hay capítulos enteros dedicados a describirnos la vida cuando estaba vivo en la Tierra de personajes que ni siquiera son centrales y que se va a cargar cuatro páginas más allá. De hecho, el propio Philip confiesa que se esconde detrás de uno de los personajes, el cual aprovecha, dicho sea de paso, para darle un puñetazo en la nariz a un editor que le traicionó en una ocasión. En esto consiste el juego que digo, en que se divierte escribiendo más que simplemente construir un producto. Vengo de leer otros novelones del género, como la saga de Las Fundaciones, de Isaak Asimov, o el primer volumen de Dune, de Herbert, y la diferencia de formalidad es clara. Esta condición de juguetón de este autor hace que tal vez su obra no sea del todo perfecta, es decir, que el producto parezca menos profesional (de las cuatro, yo diría que la más lograda es la segunda, El fabuloso barco fluvial, y que las dos últimas son algo caóticas aunque no dramáticamente, se sigue bien la narración), y es precisamente esta imperfección, por la que se exuda la condición humana del autor, la que me atrae de estos autores entre los que incluyo, por haberlo mencionado ya a William Burroughs, a Kerouac, pero también Pessoa, Machado y otros muchos.
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