Entre los libros que no me compré en la feria del libro, de los muchos que me tentaron, está el Libro de San Cipriano. Un libro de sortilegios Tesoro de la hechicería. Leyendo a Washington Irving voy y me tropiezo, prácticamente en el último capítulo, con una alusión a San Cipriano, confirmándome que debí haberme comprado el puñetero librito.
Tenía, don Cipriano, fama de hechicero a fines del siglo III, allá en Antioquía o Cartago, por África sería. Se convirtió al cristianismo al observar cómo la hermosa Justina, a la que pretendía seducir con sus hechizos enviándole una partida de demonios, los rechazó virtuosamente con el solo gesto de trazar la señal de la cruz. Convenció tanto su conversión que lo nombraron obispo (peores serían los demás).
La estrategia no le iría tan mal que tiempo después, en los de Diocleciano, los atrapan juntos y juntos los martirizan, a ambos los decapitan y ambos son elevados al santoral.
Se cuenta que después de su conversión aún siguió practicando las artes oscuras, pero ahora para el bien. Nadie mejor que él para combatir las huestes del mal, que ya se conocía las mañas del enemigo por haber militado en sus filas.
El tal libro tendría su justificación en esta historia. Pero la historia tiene muchas ramificaciones.
Hay en Salamanca una cripta llamada Cueva de Salamanca, (pertenecía a la iglesia de San Cebrián. Isabel, la reina, mandó tapiar la puerta de la cripta, por motivos evidentes, y parece que estuvo desaparecida mucho tiempo. Actualmente se puede visitar turísticamente) que tiene fama porque la leyenda cuenta que allí daba clases el mismo Demonio. Lo hacía a solo siete iniciados y durante siete años. Al final del curso, al más destacado de ellos le cobraba la matrícula reteniéndolo para que ejerciera con él labores de asistente. Le tocó esta Matrícula de Honor al marqués de Villena (Enrique de Villena, 1270-1460), que en Salamanca tenía fama de interesarse por las artes siniestras, la astrología, la hechicería, la nigromancia. El astuto marqués quiso evitar su destino y se ocultó en una tinaja cuando el Demonio lo reclamaba. Como no acudía a su llamada, estuvo revolviendo y hasta salió a la calle a ver si lo pillaba corriendo, momento en que aprovechó don Enrique para salir de la tinaja y escaparse por la puerta franca con total tranquilidad.
El cabreo del Demonio fue tal que lo castigó borrándole su sombra.
El librito estaba en esa caseta que pretenden ser ediciones facsímil de los originales, donde se pueden encontrar cosas muy interesantes, como, probablemente, aunque todavía no sabía que me interesaba, la fuente de estas historias, entre otras, que nos cuenta don Washington, el Teatro Crítico Universal del P. Feijoo
NOTA: como se observará por la falta de relación de las citas con el texto, aparte de que han sido escogidas al azar, una cosa es La Historia y otra cosa es La Leyenda. Más bonita esta última, dónde va a parar. (En realidad leí las citas después de haber publicado el texto, qué burro)
Tenía, don Cipriano, fama de hechicero a fines del siglo III, allá en Antioquía o Cartago, por África sería. Se convirtió al cristianismo al observar cómo la hermosa Justina, a la que pretendía seducir con sus hechizos enviándole una partida de demonios, los rechazó virtuosamente con el solo gesto de trazar la señal de la cruz. Convenció tanto su conversión que lo nombraron obispo (peores serían los demás).
La estrategia no le iría tan mal que tiempo después, en los de Diocleciano, los atrapan juntos y juntos los martirizan, a ambos los decapitan y ambos son elevados al santoral.
Se cuenta que después de su conversión aún siguió practicando las artes oscuras, pero ahora para el bien. Nadie mejor que él para combatir las huestes del mal, que ya se conocía las mañas del enemigo por haber militado en sus filas.
El tal libro tendría su justificación en esta historia. Pero la historia tiene muchas ramificaciones.
Hay en Salamanca una cripta llamada Cueva de Salamanca, (pertenecía a la iglesia de San Cebrián. Isabel, la reina, mandó tapiar la puerta de la cripta, por motivos evidentes, y parece que estuvo desaparecida mucho tiempo. Actualmente se puede visitar turísticamente) que tiene fama porque la leyenda cuenta que allí daba clases el mismo Demonio. Lo hacía a solo siete iniciados y durante siete años. Al final del curso, al más destacado de ellos le cobraba la matrícula reteniéndolo para que ejerciera con él labores de asistente. Le tocó esta Matrícula de Honor al marqués de Villena (Enrique de Villena, 1270-1460), que en Salamanca tenía fama de interesarse por las artes siniestras, la astrología, la hechicería, la nigromancia. El astuto marqués quiso evitar su destino y se ocultó en una tinaja cuando el Demonio lo reclamaba. Como no acudía a su llamada, estuvo revolviendo y hasta salió a la calle a ver si lo pillaba corriendo, momento en que aprovechó don Enrique para salir de la tinaja y escaparse por la puerta franca con total tranquilidad.
El cabreo del Demonio fue tal que lo castigó borrándole su sombra.
El librito estaba en esa caseta que pretenden ser ediciones facsímil de los originales, donde se pueden encontrar cosas muy interesantes, como, probablemente, aunque todavía no sabía que me interesaba, la fuente de estas historias, entre otras, que nos cuenta don Washington, el Teatro Crítico Universal del P. Feijoo
NOTA: como se observará por la falta de relación de las citas con el texto, aparte de que han sido escogidas al azar, una cosa es La Historia y otra cosa es La Leyenda. Más bonita esta última, dónde va a parar. (En realidad leí las citas después de haber publicado el texto, qué burro)
Precisamente leí hace un par de meses este artículo sobre la historia de los grimorios que me encantó:
ResponderEliminarhttp://www.caninomag.es/los-libros-de-la-magia-una-historia-de-los-grimorios-y-otros-volumenes-ocultos/