miércoles, 25 de enero de 2017

Que me estaba acordando de Fuerteventura...

Uno (o solo yo) muchas veces no quiere saber la verdad. Uno ya tiene su verdad y lo que quiere es defenderla, protegerla del desmentido o como mínimo de la duda razonable a fuerza de ignorar argumentos o descalificarlos como procedentes de fuentes poco fiables o manipuladoras.
Un cambio de verdad es algo traumático. Es sentir tambalearse las seguridades que ha ido uno asentando durante su vida. Aunque no le afecte de modo inmediato, físico, cambiar una verdad asentada implica como poco la humillación de haberse equivocado y la duda de si no estará errado también en otras muchas cosas.
Además una verdad siempre es una idealización. Un modelo de la realidad al que le hemos despojado de multitud de detalles que ignoramos convenientemente para que no ensucien el detalle particular con el que nos hemos quedado. En cierto modo, racionalmente, somos conscientes de eso la mayor parte del tiempo, pero emocionalmente, por usar un término contrapuesto, nos agarramos al hecho puro que hemos escogido como representativo de la verdad que hemos decidido adoptar. Y la defendemos, a veces de manera exagerada, tanto más cuanto más miedo tengamos a perder ese referente.
Ir perdiendo verdades es lo que provoca la erosión del tiempo si uno es de un material más o menos erosionable. El viento de las evidencias va deteriorando la en un comienzo definida estructura geológica y limando sus bordes afilados. Se va desgastando hasta desaparecer y convertirse todo en una llanura.
Acaba uno como Fuerteventura, con montañas limadas hasta la redondez. Supongo que eso es lo que representa la pérdida de ilusiones, la descreencia en utopías, ni tan siquiera en la posibilidad de mejora.  Aunque en Fuerteventura también te encuentras  algún heroico cráter de bordes afilados que recuerda a una muela cariada en una boca sin dientes. Esas ideas agudas que uno nunca termina de perder del todo, viejo cascarrabias.
Pero Fuerteventura es también la placidez de la aridez de los últimos años, la aceptación y  el reposo que precede a la despedida. Tal vez sea mejor llegar a la muerte deseando morirte de una vez.

3 comentarios:

  1. Joder, Rifor, esto es una de las mejores cosas que he leído. Más allá de la literatura, esto es una aguda, acérrima reflexión sobre la verdad aderezada con una alegórica referencia a la isla más vieja. Verdad y orografía. Es más, opción de verdad y geografía. Nada se puede añadir que lo mejore.

    ResponderEliminar
  2. ¡Coño, Carlos, escribes unos comentarios que se le sube a uno el ego más arriba de la cabeza!, ¡Muchas Gracias!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si te fijas, que lo habrás hecho, en la hora de mi comentario, comprenderás en parte la pasión de mis hipérboles. Pero ahora, más sereno, mantengo lo dicho. Y te endoso el título de epistemólogo.

      Eliminar