miércoles, 8 de junio de 2016

Largo epitafio inútil (ahora que todos nos incineramos y no hay lápidas)


¡Qué bonito el cementerio
con sus tumbas y sus flores
todo lleno de colores
 y el enterrador tan serio!

Y con los deudos llorando,
y con los muertos riendo.
Los viejitos van andando
y los niños van corriendo.

Llegan a la sepultura
donde hay un hueco abierto,
meten allí al muerto
y se queda el pobre a oscuras.

Después, sonando pañuelos
unos, y otros aliviados,
se dan la vuelta cansados.
A cada olivo un mochuelo.

Y así transcurre la muerte.
Por lo menos así era;
ahora todo el mundo incinera
a sus muertos. ¡Vaya suerte!

que ni queda de nosotros
un resto para gusanos.
Dicen que eso es más sano,
no sé qué pensarán otros.

Yo, por mí, no sé qué pienso.
Sinceramente, me da igual
si en ese imperio astral
voy a estar en carne o en incienso.

Tampoco me lleven flores
que ni esto me preocupa.
Lo siento por el que me aúpa
en esa caja, y el que me llore.

Espero no morir gordo;
en cuanto a familia y amigos:
no crean que la muerte es castigo,
tal vez sea viaje o trasbordo.

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