martes, 27 de enero de 2015

Debería notarse que imito a Agustín Espinosa


Siempre me pasa igual. Mis obras maestras lanzadas al aire con expectativas de suelta de palomas o de globos, o de ardoroso y multicolor espectáculo de fuegos artificiales se ve deslucida por la carencia de un público aplaudidor y fácilmente predispuesto al asombro y al coreado ¡aaaaaah!, ¡ooooooh!

Sin público, mis palomas, desmotivadas, no describen esa danza volatinera que simula unos instantes de desorientación en el cielo para acto seguido enfilar con decisión el rumbo distante, sino que se quedan por el suelo arrullando y picoteando migas entre las patas de los ausentes; mis globos, de colores desteñidos porque no se llenan del color de los ojos de los espectadores, parecen luchar pesadamente con el peso del aire y ascienden, sí, pero con pereza, con desgana, como ansiando más la derrota de quedar aplastados contra el suelo; mis fuegos artificiales, tras hacerme esperar con la emoción contenida, solo a mi, encendida la mecha, estallan en el soporte ni siquiera con explosión de enérgica rabia precipitada, sino con apagados ¡pssssssh! envueltos en aparatosa humareda de colores que me hace toser y llorar de los ojos.

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