Me raspa como un alfiler en el ojo esa expresión de "hoy en día".
¿Qué entenderá esta gente por revolución?
Prueba a, simplemente, eliminar la televisión y verás transformarse de la noche a la mañana a todo un país.
La televisión es, ahora mismo, pues tal vez durante un tiempo significó un acelerante de la toma de conciencia de la humanidad como una entidad global, un ralentizador del progreso de la humanidad. Porque es un adormecedor de conciencias, un mecanismo de hipnosis colectiva.
La televisión llena el tiempo de manera ya inútil, porque su poder instructivo se ha visto sobrepasado por su papel de mero entretenimiento. El tipo de instrucción que ofrece es superficial e inocua.
Una instrucción no inocua es la que empuja a cambiar de actitud, la que te incita a hacerte preguntas y a buscar respuestas, la que te muestra el bienestar ajeno y te hace preguntarte, ¿por qué yo no?
En cambio, lo que predomina en la televisión es la exhibición de la desgracia ajena, que te hace temer cualquier cambio, que te infunde miedo, y sentimiento de culpa de querer algo mejor cuando "ya lo tienes todo".
Hay que recuperar la calle. Volver a la calle como medio de relación entre las personas. Nuestra sociedad se está individualizando. Y esa individualización genera el temor, la desconfianza del otro. Sumado esto al efecto de la televisión que se especializa en mostrarte las desgracias que les suceden a los otros, acabas temiéndolos, por haber perdido el contacto con ello, a los otros, a todos los otros desconocidos, amenazantes, de los cuales, por la pérdida de contacto, has perdido el conocimiento delo que puedes y no puedes esperar.
El control de la televisión es clave para cambiar. Y ese control solo para reducirla a su mínima expresión. Para alejarla de las manos del mercado, sobretodo. El control de la televisión y más específicamente su abolición es, "hoy en día", la única posibilidad de revolución.
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