La muchacha y la mujer, en su despliegue nuevo y propio, serán solo transitoriamente imitadoras del modo masculino de ser y de no ser, y repetidoras de oficios masculinos. Después de la inseguridad de tales transiciones, se echará de ver que las mujeres solo han pasado por la abundancia y alternancia de esos disfraces (a menudo risibles), para purificar de los influjos deformadores del otro sexo su naturaleza más propia. Las mujeres, en las cuales permanece y habita la vida con más inmediatez, fecundidad, y confianza, deben, en efecto, haber llegado a ser más maduras que el ligero varón, no atraído más abajo de la superficie de la vida por el peso de ningún fruto corporal y que, oscuro y apresurado, menosprecia lo que cree amar. Esa humanidad de la mujer, llevada adelante en dolores y humillaciones, saldrá a la luz cuando haya eliminado las convenciones de lo exclusivamente femenino en los cambios de su situación externa; y los hombres, que todavía no llegan a sentirlo, quedarán impresionados y sorprendidos por ella. Un día (y de esto hay ya signos prometedores, sobre todo en los países nórdicos), un día existirá la muchacha y la mujer cuyo nombre no signifique meramente una oposición a lo masculino sino algo por sí, algo que no se piense como un complemento y un límite, sino solo vida y existencia: la persona femenina.
viernes, 12 de julio de 2013
De "Cartas a un joven poeta" de Rilke
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