lunes, 5 de marzo de 2012

Un viejo en un asilo


He sobrevivido un día más. A esta edad hay que dar gracias por eso. Aunque uno viva en un asilo lleno de viejos babosos y cada día veas pasar por delante un ataúd. Es como en la guerra. Porque la vejez es otra forma de guerra. ¡Qué coños voy a saber yo de la guerra! Pues lo que me han contado las películas. ¿Qué más quiero saber? ¿Me habría yo cortado una mano para no ir a la guerra? No. Mierda se me ha caído. Limpiar la dentadura me recuerda aquella época del cuartel. ¿Te acuerdas? El Braulio y tú cepillándose los dientes detrás de la caseta. Mira que lo pasamos jodido en aquel campamento. Con el hijoputa aquel obligándonos a arrastrarnos por el barro y las piedras. Yo tenía que haber ido de hijoputa también. No se me ocurrió entonces. Yo era más joven que todos ellos. Por eso la humillación era mayor. Borrachos. Ahí sí que éramos todos colegas. Ni sargentos, ni cabos, ni pollas; todos éramos borrachos. Los cabrones se transformaban cuando estábamos fuera del cuartel. Unos chiquillos chicos. Pero no te dabas cuenta. La presión sicológica. Y que yo era un inocente. La universidad es un congelador. Uno siempre es un puñetero adolescente mientras está en la universidad. Tengas la edad que tengas. No como todos estos cabrones que parecen unos viejos. Somos viejos, sí, pero es el cuerpo el que lo es. Nosotros vivimos en la mente. Y gracias al viagra se demuestra. Paco cree que yo bromeo. Otro viejo que cree que es viejo porque su cara tiene arrugas y está lleno de dolores. Jodido invento del viagra. Que uno pueda seguir haciéndose pajas a los ochenta es magnífico. No me atrevo a meterla ahí. Prefiero a la gorda de la Saro. Por lo menos es carne fresca. ¿Cuánto tendrá? ¿Cuarenta, cincuenta? Se sorprendió cuando tuvo que bañarme. ¡Putasea, el lumbago!. No sé por qué me lo había tomado. Ah, sí, por la putona de la Marisaro, que me la iba a chupar sin la dentadura. De todas maneras no se hubiera atrevido. Pero por si acaso, yo estaba preparado. La mujer mantiene las tetas. No sé cómo lo consigue. La cuestión es meterla, coño, que no estamos para prejuicios. Otra vez. Cualquier día de estos se me va a romper la puta dentadura. No sé por qué me empeño en limpiarla tan minuciosamente. Bueno, porque es un rato que estoy aquí tranquilo sin tener que aguantar los ronquidos del Mariano; aunque cada diez minutos entre a mear que se lo tengo dicho, joder, no bebas tanta agua por la noche, coño, que luego no me dejas dormir. Otro viejo. Pero este es viejo desde los dieciséis años me parece a mí. Este tío lo único que ha hecho en su vida es trabajar. Lo que es ninguna inquietud. A su edad ya me hubiera tirado a Saro varias veces. La tía se sorprendió al ver el periscopio surgiendo de las profundidades marinas. No estaba yo entonces para cachondeo, pero con las manipulaciones y lo tierna que se puso, me reaccionó. Qué milagro este del viagra. Me coje en otro momento y la meto en el agua. Puñetero lumbago. No me dejaba ni disfrutar del baño. Y mira que era idiota yo. Tanto darme aires en el cuartel y todos aquellos cabrones se iban de putas en los permisos. Yo para casita. Con mamá. Se imponía un cambio, joder. Y me fue bien. Nunca me daré las gracias suficientes. ¿Cómo se llamaba? Si ni siquiera le pregunté su nombre. Ya estaba harto de pajas. Y de porno y de todo. Joder, qué vergüenza sentía. Muñecos de peluche como amantes. Patético. No sé cómo me atreví. El porno instruye. El porno deleita. El porno… Me dejó el culo como  la espalda de cristo la cabrona. Para ser tu primera vez eres muy lanzado, me dijo. Es que practico mucho sólo, jodido wodyallen. Lo cándido que era. No te sientes en la colcha. Debió pensar que era un marica de terciopelo. Qué cuidado lo tienes todo. Qué limpito. Reconócelo tío, eras un puto marica. Marica puto. Lustrarle los zapatos con grasa de caballo. La lengua, idiota. Estaba harto de estar solo. Trabajo, casa, libros, trabajo, casa, libros. No sé cuánto hace que no leo un libro. ¿Diez años? Desde que la vista empezó a fallarme. Quién me iba a decir a mí. Qué habrán hecho con ellos. Yo los quemaría todos. Y cómo los quería. Oh mi moby dic o mi ulises. Gilipolladas. Ya la gente no lee. Todo el mundo con los auriculares puestos. Para oír tonterías. Donde esté un buen libro. Putos libros. Yo les eché la culpa. No tenían culpa. Si no fuera por ellos no te hubieras atrevido. Ni una botella de vino en casa. Ni cerveza ni licores. Qué noche. Me cosquillea todo el cuerpo. El miedo que tenía. Y lo excitado que estaba. Después ya me pasé. Putero. Qué palabra. A la Saro sí que la castigaba yo con mi fusta. ¿Estará casada? Yo creo que es una solterona de esas que dedican su vida a los demás. Su culo, grande como un planeta, mi nave espacial. Coño, todavía me tomo otro viagra y me alivio. Déjate de pensar gilipolladas que luego no duermes. Dónde coño está la pastilla efervescente. Qué cara tengo sin los dientes. Viejo. Tu puta madre, viejo. Las serpientes mudan de piel. ¿Por qué no nosotros? Tenía la piel más suave que había tocado en mi vida. Qué habrá sido de ella. Una vieja. Mi edad. O no. Yo era joven. Muy joven. O no tanto. Veinticinco, vendrían a ser. Ella. No sé. Suave como la piel de una serpiente. Tú no has visto una serpiente en tu vida. Sí. En Gáldar. ¿Te acuerdas? Vale, pero no las tocaste. Lo que toqué fueron aquellas tetitas. Después del muñeco de peluche, aquellas tetitas. ¿Te vas a poner a llorar y todo, maricón? El puñetero tiempo perdido. Se le va a uno la vida y ya está. Como un globo. Veinticinco años perdidos miserablemente. Después viviste como un desesperado. No sé si aprovechaste. Nunca fue igual. Con las otras ya ibas lanzado. Aquella primera vez nunca se olvida. Oh, mi primera vez. ¿Cómo fue tu primera vez?: verás fue con una puta sadomasoquista. Je. Si no, hubiera muerto a los treinta colgado de una viga. Estoy seguro. O peor, casado, “fútil y trivutavel”. De dónde era eso. ¿Pessoa? Dónde estará ese ya. Polvo echas y que te quiten lo bailao. Tal vez ellos tengan razón. Tal vez ellos fueron felices y por eso ahora ya no piden nada más. Y tú ahí. Pensando todavía en tirarte a la gorda, bendito viagra. Y cómo le bamboleaban las tetas mientras restregaba. Un castigo la vejez. ¿Cómo no lo comprendemos y nos mandamos a mudar mucho antes? ¿Cuándo tomas la decisión? Espera, espera un poco, vamos a ver si más adelante. Nunca. Te pudrirás sentado esperando que venga la ocasión. Y la ocasión en el otro lado esperando por ti, a que vayas a buscarla. Hola, señora ocasión, ¿está usted dispuesta?. Vete a tomar por culo, hijoputa. Y tendrá razón. Siempre esperando, siempre esperando. Al menos no esperé. Fui a buscarla. Esto ya está. Limpita y reluciente. ¿Alguien quiere un mordisco? ¿Dónde me dejé el vaso? Cómo ronca este cabrón. Mañana le meto mano, a ver qué pasa. Ah, don Roberto, don Roberto, usté siempre igual. Igual te iba a dejar yo. Enrasadita. Tengo que hablar con Paco y que me consiga un par de esas más. Muerte gloriosa. Murió encima de una mujer, como había vivido. Jé. No se atreverán a ponerme eso. Ya los imagino riendo camino del cementerio. ¡El cabrón, el cabrón! Cómo se llamaría. Me hizo quitarle las botas. La lengua seca. ¡Acabáramos!, dijo. Y yo mirando como un perrito. Me trató muy bien. Joder qué frías están las sábanas. Aquí hace falta algo de calorcito. ¡Sarito, que la cama está muy fría! ¿Será esto amor?, jé. Amor le iba a dar yo. Esas carnes. Buen bistec. Tengo hambre. Estará gordo su padre. ¿Qué día es hoy? Coño, mañana toca carne.

1 comentario:

  1. Mi padre languidece de la cama al sillón del televisor y retorno a la cama. Más que dedicarle este cuento me gustaría pegarle con él en la cabeza. Me está dando un mal ejemplo, contra el que rebelo.

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