martes, 27 de marzo de 2012

En busca del tiempo perdido

Una vez medio leí "En busca del tiempo perdido" y perdí un rato el tiempo en escribir esto:


En busca del tiempo perdido. (Reflexión sobre la obra de Marcel Proust)

Perdería el tiempo escribiendo un libro como En Busca del Tiempo Perdido. Y entonces nunca lo culminaría, cuanto más escribiera más quedaría por escribir.
Como las autobiografías o la paradoja de no se quién, que decía que antes de alcanzar un punto de destino tenías previamente que hacer la mitad del recorrido, pero para conseguirlo antes habrías de cubrir la mitad de la mitad y así recursivamente hasta el infinito y más allá de las estrellas. Total que nunca te ibas a decidir a dar el primer paso por lo aparentemente complicado del proceso. Es lo que tiene pensar, que complica las cosas. ¡Qué bien si no pensásemos tanto! Iríamos siempre adelante como dice un amigo de un amigo mío cortando el aire en perpendicular con su mano derecha, siempre adelante. ¿Qué habrá adelante que todo el mundo parece empeñado en alcanzar?. Sé lo que hay detrás, el tiempo perdido. ¿Pero delante? ¿El tiempo por perder apenas? ¿El tiempo recobrado? ¿El tiempo templado? ¿El tímpano helado? ¡Da igual lo que hay más adelante! ¡Siempre adelante!¡Siempre adelante! (fiish, fiish -la mano cortando el aire en vertical-)
¿Quién quiere volver a buscar el tiempo perdido? Hubo uno que quiso. Y le costó siete tomos, si no más, de palabras apretujadas y con la letra pequeñita. A mí los siete tomos me costaron unas diez mil pelas. Diez mil pelas para buscar el tiempo perdido de otro. ¿El mío? Mejor está perdido. Que se quede allá, extraviado, apenas mostrando destellos en las fotos en blanco y negro, la carita del niño aquel siempre sonriendo. Ahora parece increíble, pero cuando fui niño, probablemente, si no es que las fotos mienten como bellacas, fui feliz. Yo apenas lo recuerdo. Eso debió ser allá por cuando aún no pensaba, o pensar me duraba apenas lo suficiente para arrancarle otro cachito de felicidad a la vida. Hasta la muerte es dulce en la niñez "voló al cielo el niño..." ¡Joder, qué guay, volar! No. El tiempo no se pierde, señor. Sus siete tomos son perfectamente inútiles. No hay nada que recuperar. Todo lo lleva usted consigo. Capa tras capa acumulada. Las más profundas tal vez, si fueron buenos los tiempos, forjando diamantes. Viájese usted en el recuerdo. Regrésese. Metempsicosícese. Escriba siete tomos en lugar de vivir. Y estará viviendo. Haga usted lo que haga estará viviendo. Como el viento que pasa siempre y azota los árboles y ... bueno, tal vez no tenga nada que ver, pero sepa que no se puede dejar de vivir para ponerse a buscar lo ya vivido. ¿Y descubrir qué? ¿La razón por la que se ha puesto usted a escribir sus siete tomos? ¿No es un poco estúpido ponerse a escribir siete tomos para encontrar una razón por la cual se ha puesto a escribir siete tomos? ¡A su edad, señor! Parece usted un niño perdido. Yo parezco un niño perdido. Parecemos ambos niños perdidos ¿no es verdad? Usted se encierra a escribir sus siete tomos y yo, ya me gustaría, me encierro a leerlos. A falta de argumentos para escribir mis propios siete tomos me le sumo a usted en la búsqueda de su tiempo perdido. Algo encontraremos, revuelva usted por ese lado que yo me encargo de esta otra parte. Mi amigo Marcel y yo. Juntos. Camaradas buscando... algo que a él se le perdió y que yo no tengo la sensación de haberlo tenido nunca. El tiempo perdido de Marcel. Yo aún tengo que escribir siete tomos de futuro. En busca del tiempo por perder (¿No podré aprovechar para eliminar todo aquello que no deseo que me ocurra? ¿Y si lo elimino, cómo sabré que lo que me ocurre es lo bueno? ).
El tiempo perdido de mi amigo Marcel es un sueño. El lo dice muy claro al principio del primer tomo. De hecho está dormido al principio del primer tomo y se despierta y empieza a recordar. Y ¡hala! siete tomos recordando. Gracias a que tengo las fotos se que tuve un pasado. Porque recordar, recordar, sí, recuerdo que me dijeron que estuve allí y lo recuerdo porque el agua había inundado la casa. Tiempo después pudo haber sido un sueño. Hasta que ayer encontré las fotos. Estuve allí, ciertamente, ahí está mi carita sonriente. ¿Por qué no lo recuerdo, si sonreía? Apenas la vaga sensación de haber disfrutado. Siete tomos sólo para acertar a decir: fui feliz.
¿Sí, pero por qué, de qué manera, qué hacías? Probablemente correr, saltar, espadear, explorar, saltar y correr. Probablemente. Probablemente. Con eso no se llenan siete tomos. Marcel tuvo que haberlo soñado. Metempsicosis. O usar algún truco el muy maldito bribón. Gracias a las fotos. Mi tiempo perdido se quedó desjironado en las fotos. Probablemente lo principal que contribuía a mi felicidad es que no pensaba en ello. Era feliz porque hacía lo que tenía que hacer un niño de cuatro o cinco años en los alrededores de la presa de Chira en mil novecientos sesenta y seis o siete. ¡Qué diferente era el mundo en mil novecientos sesenta  y seis o siete! - No olvidar nunca que el pasado es para recordar, porque vivir es siempre presente y el presente, sobre todo el presente continuo, es estúpido, soso, incoloro, sin sabor, y ni siquiera es refrescante. El presente es solo presente, que es como no ser nada. (Pero no olvidar que el presente es un recuerdo del futuro. Y con lo que hagas ahora llenarás tus siete tomos de mañana).

2 comentarios:

  1. ¡Qué bueno eso de "en busca del tiempo por perder! ¡Que nos dure muchos tomos!

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  2. Un texto inclasificable y agradable de leer. No me queda clara tu relación con Marcel y su tiempo perdido, pero supongo que debe ser así como queden las cosas. No me queda clara tu relación con tu memoria.

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