lunes, 5 de diciembre de 2011

Todo es mentira


Quise profundizar sobre este asunto: ¿A qué se refería cuando decía que todo era mentira? Pienso que cuando uno realiza una acción con toda la entrega, cuando uno se mete verdaderamente en ello, lo hace porque cree que eso que hace, de alguna manera le justifica en la vida, le da una explicación a su propia existencia, y mientras a uno le dura la pasión cree de verdad en ello, que toda su vida ha sido tramada para alcanzar ese momento a través de ese medio: la música, el amor, un acto heroico, un campo de béisbol en Iowa. He experimentado personalmente también el terrible miedo de no alcanzar esa explicación, de no cumplir con ese acto en el que anda uno tan profundamente empeñado, el miedo a que la vida de uno no sea más que un terrible fracaso, una inutilidad si no una violación flagrante del hecho de vivir.
Entonces, en un momento, toda esa intensidad, toda esa potencialidad de posibles desaparece en un soplo, se desvanece o estalla como un globo pinchado, y se queda uno como en la canción de Serrat “chupando un palo y sentado sobre una calabaza”. Toda la pasión que habías puesto en ello se disipa cuando el hecho termina, cuando los humos se extinguen, los resultados, buenos o malos, se echan para atrás faltos de contenido y no hubo nada; vuelves a mirar hacia delante y lo ves todo vacío, por hacer, igual de inexplicable que antes, nada ha pasado.
Y es cuando echo mano de estas reflexiones. Que tal vez sean un consuelo pero que tal vez estén más próximas a la verdad que esas esperanzas de alcanzar una especie de cielo de clarividencia soberbia sobre para qué carajos he nacido.
En el reboso de la marea convengo en que es verdad, que todo es mentira: nada ni nadie nos justifica ni nos da razón para vivir. La vida es una insatisfactoria sucesión de pequeñas vivencias, y momentos de modestísima e instantánea plenitud: un café por las mañanas, un abrazo, una caricia, un cuento que te hace llorar, un paseo por la playa.
Advierto la profunda verdad de esta reflexión y trato de instruir a mi cuerpo y a mi mente con ella, pero soy un poeta; y hoy lo digo con desolación cuando otras veces lo proclamo con orgullo. No consigo conformarme con esa sucesión de pequeños milagros cotidianos durante demasiado tiempo. Y a falta de iniciativa física que me empuje a escalar el Everest o perderme más allá de los Urales en la Siberia profunda, me entrego a denodadas luchas contra gigantes que parecen molinos pero que al final sí lo son. No estoy conforme con mi inconformidad, ni siquiera estoy de acuerdo con ella, la veo, en estas ocasiones como esa alergia que me visita a comienzos de año y ya no me deja hasta marzo.
Desde ahora y para siempre, sobre este tema, declaro solemnemente estar equivocado. No ansío la cotidianeidad, pero debería, no disfruto siempre de los pequeños momentos, pero debería, no creo en mí, pero debería.

1 comentario:

  1. El texto tiene frases interesantes y una autoreflexión interesante. Otra cosa es la frase del cantante, que no veo qué relación tiene con el resto. Yo mandaría el cantante a paseo y me quedaría con el resto. Y en cuanto a tu poetez, PROCLAMALA SIEMPRE CON ORGULLO. En mi trabajo oí decir a un alto jefe que prejubilaron a un empleado porque era un "poeta". Te aseguro que lo usó casi como un insulto.

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