lunes, 17 de octubre de 2011

Un simple salto

Absurdo. Vestido con aquellas ropas, aquellos arneses que lo trinchaban por todas partes. Gordo. Ridículo. Qué hago yo aquí, se preguntaba, mirando a sus compañeros, todos igual de nerviosos que él, pero todos más jóvenes, más decididos, solo él le parecía, ridículo, fuera de sitio. No saltaré, se decía. No tengo miedo, pero no saltaré. Y luego, sí tengo miedo. Y qué. No tengo orgullo. Ya he llegado hasta aquí. Quién lo hubiera creído. No saltaré porque no quiero. Mi miedo manda en mí. Tanto derecho tiene él como yo. Qué sentido tiene si tengo miedo. No voy a disfrutar. No saltaré.
-Prepárense, ya estamos llegando -iba diciendo el monitor.
Se lo diré ahora. No tío. No voy a saltar. Tengo miedo. No quiero saltar. Tenía que haberlo previsto antes. Lo siento. Pero no puedo. Míralos. Todos decididos. Nadie dice nada. Todos tienen miedo, pero todos van a saltar. Yo no. No voy a saltar. La próxima vez. Si me dejan. No me dejarán subir más. Pero esto es más de lo que me hubiera atrevido a imaginar que haría. Lo he conseguido, tío, lo he conseguido. No me hace falta saltar para saberlo.
-Pónganse en pie, por favor. El orden que habíamos dicho. No se pongan nerviosos. Repásenlo todo mentalmente.--Todos se levantan, se arreglan los arneses, alguno se persigna, otros hacen gestos tontos, besándose los dedos o moviendo el cuello para estirarlo.
Por qué me pongo de pie. Por no hacer el ridículo. Cabrones. Como si hubieran saltado cien veces. No tienen miedo o qué. Acaso soy el único ser humano normal aquí. Joder, no voy a saltar. No. No voy a saltar.
-Adelante... otro... otro
Me apartaré ahora. Tengo que hacerlo. No. No puedo, me voy a sentar. No puedo, joder. No
-Siguiente...

No hay comentarios:

Publicar un comentario