viernes, 28 de octubre de 2011

Mi gran oportunidad


La señorita Verónica me envía desde Burkina Faso un correo muy sugerente solicitándome mi colaboración. Me dice, la muchacha, que imagino hermosa e inteligente, a la par que tierna y sensual, que no me ha elegido al azar, que se ha demorado mucho en seleccionarme y que espera que no la decepcione. Me promete pingues beneficios, no solo materiales, del negocio que pasa a exponerme a continuación.
Cuenta, esta mujer, que trabaja en un banco en aquel país. Indica, naturalmente, el nombre del banco, un nombre con muchas oes y ues revueltas con un montón de consonantes, que resulta completamente inadecuado para la pronunciación castellana. Y detalla que ha dado con una cuenta de un cliente extranjero que contiene una cantidad de dólares, suficiente como para tener que revisar los conceptos sobre representación decimal y contar posiciones de los dígitos para hacerse uno una idea de lo que aquello significa, desorbitada. Pues bien, ella  tiene constancia de que el cliente, y toda su familia, han muerto en un accidente de aviación.
Esta cuenta, sigue relatando Verónica, lleva inmovilizada varios años, y es ley en el lugar que cuando una cuenta lleva en ese estado un número de años, el banco tiene obligación de comunicarlo a la Reserva Federal del Estado, para que se haga cargo de sus fondos. Pero este es un país africano, y como todos sabemos, no hay excepciones a la regla, todo país africano está gobernado por corruptos. Por lo que no le cabe la menor duda, a mi juiciosa muchacha, de que el dinero nunca alcanzará ese destino, sino que quedará retenido por la caterva de ministros, secretarios y subsecretarios, descontada convenientemente la parte del león del presidente.
Ahora bien, ella es una mujer honesta, y su honestidad no le permite contribuir a esta degeneración del sistema. Sería su deseo, y en eso la admiro profundamente, que este dinero ayudara a solventar las auténticas necesidades del país, extremadamente pobre, en lo que a las capas populares se refiere, para lo cual necesita de una ayuda extranjera que, con intención puramente altruista, colabore con ella en realizar los trámites necesarios.
No me propone, desde luego, que le envíe mi número de cuenta corriente para hacerme una transferencia de ese dinero, como suelen solicitar en esos mensajes en los que tratan de timarte utilizando subterfugios parecidos, acudiendo a motivar la avaricia que se le supone a todo occidental. No, antes me sugiere que nos pongamos en contacto para conocernos y, sobre todo, confirmar ella que no se ha equivocado en la elección de la persona adecuada para realizar esta abnegada labor de redistribución de la riqueza. No quiere, naturalmente, que piense que solicita mi ayuda de forma completamente altruista, sabe que eso no sería justo viniendo de una persona desconocida, y me propone que me quede con una pequeña parte del montante,  por los riesgos que voy a correr si me presto a ayudarla en este asunto, dado que, en cierto modo, estamos violando la ley, si bien es cierto que lo estamos haciendo antes de que otros, igualmente desautorizados para ello, lo hagan con peor resultado.
Así pues, esta buena Verónica me envía sus datos y una dirección de facebook donde me podré poner en contacto con ella. A través de ese medio podremos conocernos mejor, y elaborar un plan de acción preciso que implicará, naturalmente transferir el dinero a una cuenta de mi propiedad o tal vez conjunta, si las leyes de mi país lo permiten, para luego  utilizar ese dinero de la mejor manera posible aliviando las penurias de sus compatriotas, sea construyendo escuelas, sea donando el dinero a instituciones que lo sepan emplear sensatamente.
Estoy muy ilusionado con este asunto pues hace ya algún tiempo vengo atravesando una etapa de penuria moral. Supongo que serán los años que se me echan encima cada vez con más premura y siento que no he cumplido en mi vida ningún propósito verdaderamente digno del inmenso favor que se me ha concedido al disfrutar de la existencia. No pienso desaprovechar esta oportunidad que me da la vida para demostrarle que no ha perdido el tiempo gastando su energía en mí. Al mismo tiempo, y me da pudor confesarlo, siento por esta mujer una rendida admiración que, me temo, muy fácilmente podría cruzar al amor. Admiro su valentía y honestidad que, así lo deseo, aunque no lo considero estrictamente necesario, a buen seguro está adecuadamente equilibrada con un arropamiento de belleza y simpatía.

3 comentarios:

  1. Yo creo que ha dado con la persona idónea.

    ¡Un saludo y suerte!

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  2. Si. Es realmente un sueño logrado. Presiento que nuestro amor durará para siempre. Voy a hablar ya con nuestro amigo el banquero para que me abra una cuenta. Ardo en deseos de comenzar esta relación.

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  3. ¡Esta historia merece una continuación! Es una pena que se quede así: dan ganas de seguir leyendo.

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