lunes, 26 de septiembre de 2011

Una paloma

Las palomas, las definen algunos, son las ratas del cielo. ¿Quien habrá inventado ese icono de la paloma de la paz? Tal vez estaba dejando claro qué es lo que pensaba de la paz ese individuo. Y no se atrevió, al fin, a proponer una rata con un trozo de seso humano entre los dientes.
Las palomas son idiotas y andan al acecho de cualquiera que les arroje una miguita de pan. Creen que eso es amor y saltan alrededor del niño que se come un bocadillo lo mismo que alrededor del viejecito que trae de casa su bolsa de pan duro desmigajado. Para ellas no hay diferencia. Y el grito desaforado del niño expulsándolas con miedo de su lado es el mismo que el arrullo del viejito invocándolas junto a sí para sentir que aún hay algún ser vivo que los necesita.
No sé por qué me acuerdo ahora de las palomas. Será que he visto una muerta esta mañana en el parque mientras paseaba al perro y he pasado junto a ella con indiferencia. Como si no me importase, ¿y me importa?, que aquel rebujillo de plumas fuera una vez - tal vez aún aliente algo allí en el fondo, llamando- vida, lo mismo, exactamente lo mismo, que soy yo, y de la que me siento tan orgulloso, como si me sintiera el amado primero de los dioses.

2 comentarios:

  1. Yo voy un poco más allá que tu. No creo que vivamos como si fuéramos los favoritos de los dioses; realmente vivimos como si fuésemos el único dios olvidando descuidadamente nuestra mortalidad. Puede que las palomas también hagan lo mismo.

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  2. Hay una frase de Nietzsche que a míme gusta citar mucho: "¿No estamos forzados a convertirnos en dioses, al menos para parecer dignos de los dioses?".
    Quizás no sólo los humanos, sino también los animales poseen sus propios dioses y piensan lo mismo que nosostros.

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