miércoles, 29 de diciembre de 2010

Comienzo de un cuento de Navidad que he encontrado por ahí

Cuento de Navidad.

Había una vez un cerdito que añoraba ser humano para disfrutar de la Navidad. Los demás cerditos se reían de él y le recordaban cruelmente que estaban destinados precisamente a morir en Navidad. Pero el cerdito no se lo quería creer y jugaba a escribirle cartas al Papá Cerdito Noel (Jou Jou Jou). Los padres del cerdito lo miraban preocupados porque el pobre vivía en un mundo de fantasías, pero al fin y al cabo, se decían, mejor así que luego le dolerá menos.
Pasaban los meses y el cerdito iba engordando y no dejaba de soñar con la llegada de la Navidad. Le rezaba al Dios de los cerdos (Cerdios) para que le concediera el bendito favor de convertirlo en niño ese día y así disfrutar por un momento de aquella feliz jornada. Y llegó la noche de Navidad y el cerdito se acostó tremendamente ilusionado.
Cuando despertó se encontró en la misma chiquera de siempre, pero observó con sorpresa que sus compañeros no eran los otros cerditos ni sus padres, sino los humanos que vivían en la casa y sus hijitos. El corazoncito le dio un vuelco cuando se miró las patas delanteras y descubrió sendas manitas con sus cinco dedos cada una, bien separaditos y flexibles. Se sonrió y notó en la cara las arrugas de la primera sonrisa. Y con esa cara miró hacia sus flamantes parientes.
Estos se dirigieron a él y le hablaron en su idioma, pero el cerdito no podía entenderles porque no había aprendido aún el idioma de los humanos. Por eso no pudo comprender por qué le miraban con pena y le hablaban con lágrimas en los ojos. Pero no tardo en averiguarlo. Ya se abría la puerta de la cerca y apareció su propio padre, caminando sobre las patas traseras. Se dirigió directamente hacia él y lo agarró de las manos. Con extraordinaria habilidad para no poseer dedos se las mantuvo unidas mientras las ataba, y luego agarrando el cordel con la boca tiró de él fuera del recinto. El cerdito-niño se dejó arrastrar sin comprender qué es lo que estaba ocurriendo, aunque abrigaba la esperanza de que lo llevaran a ver sus regalos bajo el árbol. Pero no, adónde lo llevaron fue a un tocón que había en el patio trasero de la casa, donde ya estaba la madre y sus hermanitos esperando. La madre llevaba un enorme cuchillo en la boca y los hermanitos le miraban con una especie de horror y ansiedad...
---
Entonces el cerdito, presa del pánico les habló:
-Esperad, ¿qué vais a hacer? ¿No veis que soy vuestro hijo? -dirigiéndose a la madre, a la cual la sorpresa le había hecho abrir la boca y el cuchillo se le había resbalado clavándose en el suelo entre sus pezuñas - ¿vuestro hermano? - dirigiéndose a los cerditos que salieron corriendo y gritando hacia la casa. Corrían sobre las dos patas traseras al principio, pero luego aceleraron su huída ayudándose también de las delanteras.
La madre Cerda temblaba y el padre Cerdo no podía quitarle la vista de encima.
-¿Pero cómo es posible que tú hables como nosotros? ¡Jamás en todos los años que llevo criando humanos, había oído algo semejante!
-¡Pero si soy vuestro hijo, el pequeño Oinky!¿Cómo es que no me recordais?
-Aunque hablas muy raro -el padre Cerdo hablaba sin prestar atención a lo que decía el niño-cerdito, como reflexionando en voz alta- como si hubieras aprendido a hablar en la ciudad, con tantas eses y vais y sois. Pero no puede ser, yo mismo te saqué de la barriga de tu madre después de nueve meses de preñez. Hasta te hice esa marca en forma de triángulo en la oreja para distinguirte de tus hermanos. Esto tiene que ser cosa de demonios.- y se dirigió a la mamá Cerda - ¿Qué dices Cerda, qué opinas de esto? ¿No crees tú que será cosa de los demonios?
-¡Oh, querido, ha mencionado a nuestro querido Oinky! Desde que desapareció no había vuelto a oírse su nombre en esta casa. Y precisamente en el día de Navidad. Esto tiene que ser una señal de Cerdios que nos premia de alguna manera!
-¿Qué nos premia quitándonos un hijo y devolviéndonos un humano? -atronó el padre Cerdo -¿Qué clase de Cerdios podrías ser ese? -y alzaba al cielo una pezuña - ¿Qué extraños juegos practica con nuestras miserables vidas? ¿Y por qué me miras con esa cara de estúpido, jodío humano? Anda, dí algo, justifícate. Di quién te manda, si Cerdios o Cerdanás?
El niño-cerdito miraba, ciertamente, a papa Cerdo embobado. Nunca hubiera imaginado ver a aquel barrigudo y perezoso cerdo roncador con el que convivía en el chiquero en una actitud tan poética. Avanzó unos pasos hacia él dispuesto a abrazarlo, pero papa Cerdo lo rechazó.
-¡Eh, eh, eh! Quieto ahí. ¡Humano! El engaño no ha sido tan completo que te vaya a permitir acercarte más de lo debido. Volverás a tu chiquero mientras mi mujer y yo celebramos un consejo y decidimos si llamar a cura o al psiquiatra.
El cerdito comprendió que era el momento de retirarse

1 comentario:

  1. No sé qué decir. Aún no comprendo el intríngulis de la cuestión, el mensaje. ¿Quizá que la posición determina el rumbo de cada vida'¿qué la humanidad es una guarrada? ¿Que a cada cuál le toca un papel en el teatro de la vida y a pesar de las carambolas el destino es inexorable? ¿Qué no te gusta la Navidad? ¿Ninguna d elas anteriores?

    ResponderEliminar