martes, 26 de abril de 2016

Acta de absolución



Después de años de ser despreciado por las mujeres que más he amado, he llegado a la conclusión de que estas no me despreciaban por mí mismo, sino a causa de un dictado suprapersonal que les venía impuesto por pertenecer a la clase de mujeres que a mí más me gustaban.
Alcanzada la madurez, física y mental, y apaciguados los ánimos tras años de incomprensión, impotencia y sufrimiento, he conseguido atisbar la iluminación de la verdad, que siempre me ha acompañado, aunque nunca he querido mirarla de frente, de que en ese desprecio no intervenía propiamente su voluntad sino que éramos víctimas de una fatalidad en la que ambos (ellas, las mujeres que más me han gustado, y yo) jugábamos un papel antagonista.
Es por esto que no les guardo rencor, y continúo en mis meditaciones buscando la razón por la cual el destino me ha señalado (a mí, pero también, tal vez a ellas) por un tan singular castigo. 

lunes, 18 de abril de 2016

Cerrar sin guardar

La necesidad de que nadie te olvide
y la esperanza de que alguien te recuerde.
El fastidio de que nadie te recuerde
y la atrocidad de que alguien te olvide.

miércoles, 13 de abril de 2016

Contratos Temporales



Àbrame la puerta, Samuel.
Lo siento, señor, yo no soy Samuel.
¿No está Samuel?, no importa, yo soy su jefe, ábrame la puerta. ¿Dónde está Samuel?
Excúseme, señor, pero yo ignoro si usted es o no mi jefe. A mí me han ordenado que no le abra la puerta a nadie. Respecto a Samuel, parece que lo despidieron. Un ajuste de plantilla.
Ah, sí. ¿Y va a cumplir usted esa orden cuando yo soy su jefe?
Sí, señor. 
Pero esto es absurdo. ¿Cuánto tiempo me va a tener aquí?
¿Cómo dice?
Digo que en algún momento tendrán que sustituirle. Es usted el guardián nocturno, ¿no? ¿Cuándo vienen a sustituirle?
Ah, sí. Me han dicho que a las ocho en punto de la mañana vendrán a sustituirme.
Son las siete y media y ya estoy aquí. Ábrame.
¿Es usted mi sustituto?
Sí, sí, y ya estoy aquí, ábrame de una vez.
Antes dijo que era mi jefe. 
También soy su jefe. Yo le he contratado.
Se lo agradezco, señor, necesitaba de verdad este trabajo. Por mal pagado que esté. 
Ábrame la puerta y agradézcamelo personalmente.
No puedo, señor, hasta las ocho en punto no debo abrir la puerta. Esa es la orden que me han dado: a nadie hasta las ocho de la mañana.
Pero yo ya estoy aquí, ya puede usted marcharse.
Se lo agradezco, señor, pero apenas quedan unos minutos.
¿Y me va a abrir la puerta a las ocho así sin más, sin conocerme?
Bueno, en cuanto usted me diga la contraseña, claro.
¿Y si no me sé la contraseña?
No abro.
Bueno. Al menos parece que el sistema de seguridad funciona.
Son las ocho, señor, ¿se sabe usted la contraseña?
No me la sé. No soy su sustituto, idiota, ya le he dicho que soy su jefe, el presidente de la empresa. 
Encantado, señor. ¿Hay alguien junto a usted que se sepa la contraseña?
No, no hay nadie. 
Pues mi jornada se ha acabado, me voy. Buenos días.
Oiga, ¿qué hace?. ¿No va a esperar a su sustituto?
A mí nadie me dijo que tuviera que esperar. 
Pero, ¿qué ha hecho, loco? ¿No sabe que no hay llave para entrar? Tiene que esperar a que su sustituto entre antes de usted salir. Ahora ha cerrado la puerta y no se puede abrir desde fuera.
Nadie me dijo nada de esperar. Me dijeron: de ocho a ocho. Ya son las ocho.
Insensato, acaba usted de desgraciarme. ¿Cómo entramos ahora?
Yo no tengo que entrar, por eso he salido. 
Es usted un completo idiota. Está despedido. 
Hola, perdonen el retraso.
Y usted, ¿quién es?
Soy el vigilante.
Ah, mi sustituto. Llega usted tarde.
Sí, lo siento.
Este idiota ha cerrado la puerta.
Pues que la abra otra vez.
No se puede. ¿Usted también es nuevo?
Sí, señor, es mi primer día.
Pues mal empieza.
Es el jefe.
Encantado.
No se alegre, queda usted despedido también.
¿A mí también me ha despedido?
Hace un momento.
Eh, oiga, que yo he cumplido con mi deber.
Pero ha cerrado la puerta, idiota.
A mí nadie me dijo nada de la puerta.
¿Qué pasa con la puerta?
Que no se abre desde fuera
¿Y no se puede entrar por ninguna otra parte?
¡Claro que no! ¿Qué clase de seguridad sería entonces?
¿Y entonces para qué es el agujero que hay en el muro, ahí detrás?
¿Cómo? ¿Qué agujero?
Ah, sí.
¿Cómo que 'ah, sí'? ¿Sabía usted que había un agujero?
¡No lo voy a saber! A las tres de la mañana armaron un escándalo tremendo.
¿Y usted no se lo impidió?
¿Yo?, no, ¿por qué?
¡Es su trabajo, para eso es vigilante!
A mí solo me dijeron de vigilar la puerta. Que no entrara nadie y eso.
Bueno, pues yo ya estoy aquí dentro. ¿Usted es don Rodrigo?. Pues en cuanto se identifique ya puede entrar. Es lo primero que me han dicho, cuando llegue don Rodrigo, le dejas entrar.
¿Qué? ¿Pero cómo ha entrado usted?
Por el agujero, claro. !Como la puerta no se podía abrir!
¿Pero quién los ha contratado a ustedes?
¿No dice que usted es el jefe? Aunque, ahora que recuerdo... antes me dijo que era mi sustituto.
No puede ser, su sustituto soy yo. Ya me ve. 
¡¡Cómo?? ¿Están ustedes locos?
Esto me huele muy raro. Yo voy a llamar a la policía. A mí me dijeron que si algo me olía raro que llamara enseguida a la policía. 
A mí también, pero yo no olí nada durante la noche. Pero ahora... ahora sí.
Eso, eso, sí. Le ordeno que llame usted a la policía. Esto se va a aclarar. Esto es gravísimo. 
¿Hola, buenos días? ¿Han llamado a la policía?
Sí, ha llamado el vigilante. 
¿Es usted el vigilante?
Claro, no me ve, aquí detrás de la puerta.
Ya veo. Para qué llamó a la policía. 
No, quién ha llamado a la policía he sido yo. Señor agente. Quiero que interrogue a estos dos hombres. 
A ver, aclárense. ¿Qué es lo que pasa aquí?
Creo que este señor es un impostor. Primero dijo que era el vigilante sustituto...
Pero el vigilante sustituto soy yo, ya ve.
...Luego dijo que era el jefe, y más tarde se ascendió a presidente. 
Pero ¡ES QUE SOY EL PRESIDENTE!
Además está lo del agujero del muro.
¿Qué agujero?
Eso, que se aclare lo del agujero.
Hicieron un agujero en el muro
¿Así que ha intentado entrar por un agujero? Eso es allanamiento, amigo mío, con escalo.
¿Quee?. ¡Yo no he intentado nada. Soy el presidente, ¿me entiende?
Yo solo entiendo que aquí pasa algo muy raro. Y usted está muy nervioso. Será mejor que venga conmigo y lo aclaremos en la comisaría.
¿Cómo?¿Me va a detener a mí? ¿Y estos dos locos se quedan tan panchos sin decir nada? Yo solo quería entrar en mi empresa. Empezar a trabajar que hoy tenía un día muy duro. Un día muy duro.
¿Y cómo quería entrar?, ¿haciendo un agujero en el muro? ¡Pero qué bruto! Bastaba con llamar y decir la contraseña.
Ah, sí, claro, la contraseña. Se me olvidaba. Bastaba con decir. "Hola, soy el jefe, la clave es mariposa", y le hubiera dejado entrar. No hacía falta que hiciera un agujero.
Pero si yo no he hecho ningún agujero. Esto es de locos, señor agente. 
Cálmese. Venga conmigo. Se le van a acabar los días de hacer agujeros, amigo. 
¡Pero yo no...!
No se resista.
Bueno. Si no hay nada más, yo me retiro, señor guardia.
Sí, sí, retírese. Ya le llamaremos para declarar contra este pillo.
¡Pero, oiga!
Con su permiso, agente. Yo también me retiro que es mi hora del bocadillo.
Continúe su servicio, amigo.
Pero oiga, esto es un atropello. Usted no sabe quién soy yo.
Vamos, vamos. Se te va a caer el pelo. 

martes, 12 de abril de 2016

Emociones


El Trabajo(*) combate principalmente la imaginación y, dentro de esta, a las emociones. Uno se identifica muy fácilmente con las emociones. Es decir, uno tiende a creer que «se» emociona cuando a menudo lo que ocurre es que la emoción «sucede» dentro dentro de él. De hecho estamos, como seres humanos, muy satisfechos de ser seres emocionales, a diferencia de los animales, cuando la emoción no es ni más ni menos que una característica animal de reacción frente al medio. Muchos creemos incluso que las emociones «nos» definen como individuos, esto al mismo tiempo que admitimos que son precisamente las emociones el lugar por donde resultamos más manipulables. Es decir que las emociones son utilizadas abusivamente, por su efecto inmediato, como medio para dirigir nuestro comportamiento. El mismo miedo a resultar seres insensibles ante los demás nos hace reaccionar emocionalmente aún sin premeditarlo ni ser claramente conscientes de ello.
A través de la sugestión de emociones logran los demás, y nosotros de ellos, y la publicidad hace de esto una herramienta de trabajo, orientar nuestros comportamientos. Y aún así seguimos creyendo que las emociones nos determinan como individuos.

(*) Referido al proceso de auto observarse, según lo explica Maurice Nicoll en Comentarios psicológicos sobre las enseñanzas de Gurdjieff.

sábado, 9 de abril de 2016

Vago

Soy un vago. No me gusta trabajar. Cualquier actividad productiva me produce una intensa somnolencia. Cualquier acción que produzca un beneficio me desalienta. Los juegos competitivos me desagradan, el inglés técnico me repugna, la ofimática me resbala, las revistas universitarias me provocan diarrea, las conferencias me adormilan, las reuniones de trabajo me provocan temblor de rodillas, los congresos me aterran, sinceramente. Si tengo que demostrar mi valía me derrumbo. Pero sé tocar un poquito el piano, he aprendido algo de francés, y de chino, leo con ignorante descaro en portugués, puedo hablarte sin alardes del Ulises de Joyce, de la Ilíada, de Moby Dick, del Quijote, de los poetas del veintisiete, de la generación de los cincuenta y creo que puedo nombrar más de diez escritores canarios, más de veinte europeos y más de treinta sudamericanos y si me esfuerzo, más de cuarenta norteamericanos aunque no lo haya leído a todos, y hasta creo que puedo hacer lo mismo al revés, pero no me esforzaré en hacer eso, soy un pérez-oso. No me preguntes de informática, porque no sé nada, pero estoy dispuesto a aprender latín para leer la Guerra de las Galias de Julio Cesar, y también italiano para leer la Divina Comedia, aunque lo que haré, simplemente, será comprarme un diccionario y ayudarme del Google Traductor cuando emprenda esa ardua tarea, mi pereza no me da para más. Un día encalé un techo y también he ayudado a echarlo bajo la promesa de que después habría carne de cerdo y papas sancochadas todo regadito con ron. He cultivado papas y tomates y millo, cebollas, calabacines, aunque no lo he hecho muy bien, si soy sincero. He podado árboles y he hecho sidra que me he bebido luego. Monto en bicicleta y me he esforzado en hacer recorridos en solitario que poca gente se atreve a hacer, en solitario, y los grupos de jóvenes y experimentados ciclistas me pasaban a toda velocidad y me decían adiós y se paraban por si necesitaba ayuda, qué buenos muchachos. Le he cambiado las ruedas a mi coche, aunque no sé muy bien dónde está el motor, para qué te voy mentir. Tampoco sé de aviones ni de fútbol y en cuanto al ajedrez, no puedo mentirte en este término, tal vez es en lo único que empíricamente tienes que creerme. Ah, sí, una vez me aprendí a coser con la máquina y medio esbocé un vestido cortando yo mismo la tela con un patrón que saqué de una revista. Y he montado mediocres vídeos que cualquiera puede ver y despreciar a voluntad. He escrito poemas y los he recitado. Una vez me publicaron algunos textos en un periódico aunque nunca, no podía ser menos, he ganado un concurso de literatura. No soy bueno en mi trabajo, pero me he sentido orgulloso alguna vez de algún resultado que luego no sirvió para nada, y, sobre todo, nunca he sido padrino de una promoción, pero algunos alumnos, no demasiados, me ha dado alguna vez las gracias y, bueno, reconozco que me gustó, aunque modestamente puse cara de póquer y moví las mano como barriendo para afuera el agradecimiento.
No sé, supongo que nunca llegaré a nada, pero creo que tampoco me preocupa demasiado porque no  imagino ningún lugar al que desee llegar. Conozco a mucha gente que dice haber estado por esos lugares y muchos no me han gustado. Otros sí, lo confieso, y a esos sí que les he envidiado.
Siento que sí, que soy un perezoso, pero siento también que no hay, o no encuentro o soy demasiado perezoso para buscarla, una razón para ser de otra manera.